RUINAS

por | May 9, 2019 | CIENCIA FICCIÓN | 0 Comentarios

Microcuento de Ciencia Ficción

Alexandra De Castro

Ilustración de Ada Peña.

La tormenta de arena arrecia. El ambiente es tan seco que estar allí es como someterse a un tratamiento de esmerilado. Sin embargo, Emilia está más preocupada por no perder sus notas y las muestras de rocas después de taladrar tanto, que por los daños a su traje. Camina con dificultad hasta lograr guarecerse en una mina antigua. Desde allí, mira las ruinas de una base de investigaciones; se siente afortunada de hacer su doctorado en una corporación que realmente invierte en astrobiología evolutiva, como lo hacían las antiguas universidades en la Tierra. Si no fuera por esta compañía, se habría perdido el conocimiento acumulado sobre las líneas evolutivas extraterrestres, sospecha.

Aunque logra distraerse viendo películas, su mente está inquieta. La emociona saber que pronto viajará a Titán a continuar el proyecto con Eloísa. Había conseguido que la compañía las llevara a Próxima b, donde dicen que tienen los mejores laboratorios. Aunque ella duda acerca las «buenas» instalaciones, en una sociedad tan decadente como la que le ha tocado vivir.

Vuelve a mirar la base en ruinas, piensa en la pérdida arqueológica, en que tal vez nadie se ha interesado en preservarla y estudiar su historia. De pronto, se da cuenta de que algo se mueve. Se arriesga a la tormenta y se acerca, hay personas. Están descalzos y en harapos, pero perfectamente adaptados a la atmósfera marciana.

-Hola, pasa, ¿eres de Astrorgánica, supongo?

-Sí, ¿cómo sabe?

-El traje, ya varios han pasado por aquí. Menos mal que decidiste venir aquí, la mina no es segura.

-Vine porque los vi…

-Ah sí, siempre hay curiosos, pero nadie vuelve.

Emilia sabe que la mujer tiene razón, se interesa por el encuentro, le parece que estas personas requieren atención, pero ella tiene mucho trabajo, seguirá su camino después de la tormenta y no volverá.

La mujer que la recibe es muy delgada y baja. Se ve joven, a pesar de la piel dañada y las cataratas en los ojos. Le asombra lo bien que se comunica con ella en su idioma. Emilia mira todo con asombro, la estructura, las personas… un animal curioso acompaña a un niño, cruzan de una puerta a otra. Emilia se asusta un poco. La mujer la mira a los ojos e intenta llamar su atención.

-Nuestros ancestros eran de mejoramiento genético, pero esa línea se hizo poco rentable y los abandonaron, entonces consiguieron esta base antigua. Nadie sabe de qué época sideral es, pero dice: año 2083. Ojalá alguien nos dijese qué significa… No estamos tan mal. Nuestra población crece… ¿quieres agua con miel de borametz? Está bien para humanos.

Emilia acepta. Intenta mirar con convicción. Queda pensativa, quiere recordar de qué animal es la miel o si es de un árbol. Le da pena ser tan ignorante, ese día se sintió especialmente ignorante, aunque no pregunta, se sonroja de la vergüenza. Ella es experta en líneas evolutivas naturales en bacterias, pero no sabe casi nada sobre especies de evolución asistida. Piensa más que todo en el nombre, en el origen de esa palabra y en sus clases de filología.

La mujer le alcanza una bolsa transparente que saca de un refrigerador. El líquido que contiene, muy oscuro y poco dulce, es del gusto de Emilia. Le cuesta asimilar que nadie le haya advertido sobre esta población. Luego mira nuevamente a la mujer, le avergüenza pensar en tanta superficialidad en medio de su encuentro con alguien tan amable. Mira al piso lleno de tierra, pasean por varios túneles de la estación, las paredes parecen estar llenas de símbolos. ¿Qué significan? Ella no quiere preguntar.

La tormenta afuera parece cesar. Emilia calcula que puede alcanzar su vehículo y marcharse a la base. Le gustaría quedarse, pero tiene mucho trabajo y ella nunca deja de cumplir con una fecha límite. De pronto le vuelve la pena de ver esta gente allí aislada, como abandonada, le cuesta despedirse.

-La tormenta eh…yo solo vine a buscar unos datos…

-Tu vehículo está más cerca de la puerta 5.

-Pronto me trasladan a Titán. Volveré para despedirme.

Emilia no entiende por qué dio tanta información a un extraño y se enoja consigo misma.

La mujer tiene la certeza de que Emilia solo habla por cortesía, pero le sigue la corriente.

-Nos veremos.

Ya en la base se vuelve a concentrar en sus estudios, deposita sus datos en la computadora. Descansa y recuerda su pequeña aventura. Habla con el robot asistente de su tesis.

-Me encontré a unos seres increíbles en las ruinas cerca de la mina, creo que no son marcianos neosapiens…

-No, etapa intermedia. Pero ya con dominio pleno de los ritmos circadianos, de los cambios gravitacionales y están adaptados a la atmósfera marciana.

El robot percibe la preocupación de la chica.

-Son una especie de tribu olvidada, apadrinados por los piratas que trafican con datos. No te preocupes tanto, estarán bien.

Llega un mensaje de Eloísa. Emilia se alegra. Con los problemas en comunicaciones, que no deberían estar padeciendo, ya parece un milagro que logre recibir algo de Titán. Es la invitación oficial.

A Emilia le sigue atormentando su pequeño encuentro con esas personas que parecen abandonadas y el significado de los pocos objetos que vio en las ruinas. «Ni siquiera le pregunté su nombre a la mujer que me atendió». Es una sensación intensa pero temporal. Ella también los va a olvidar.

 

 

 

De la serie Panspermia.

 

Agradecimientos

La Fundación Persea agradece la infinita generosidad de todos sus patrocinadores, en especial a: Carlos Ortega Sr., Sobella Mejías, Héctor Pittman Villarreal,  My fit body project, Solmar Varela y Vicente Di Clemente (Estrella Gigante Roja en Patreon) .

 

 

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