En uno de sus numerosos autorretratos, Frida Kahlo está sentada en una silla, mirando al frente y con un cigarrillo en la mano izquierda. Se le ve relajada, tranquila, pero con una actitud como de desafío, como si supiera que muy pronto voltearemos los ojos a sus pies, dónde está el verdadero detalle inusual del cuadro, como si nos retara a decir lo que en verdad pensamos del animal que ha incluido en la obra, tan negro como el vestido que ella lleva. La mirada de Frida parece hacer eco de la mirada que en el extremo inferior derecho de la composición nos devuelve un pequeño xoloitzcuintle.
La fascinación particular que la pintora sentía por los llamados perros pelones mexicanos no era única. La pareja de perros hembra y macho de Frida Kahlo, Güera Chabela y Señor Xólotl respectivamente, fueron retratados en numerosas ocasiones por la célebre fotógrafa mexicana Lola Álvarez Bravo, que parecía sentirse tan atraída por esos animales como lo estaban sus amigos Frida y su pareja, Diego Rivera. Varios artistas y personalidades más de la época adoptaban y protegían a estos perros tan inusuales, lo que en muchos casos parecía ser un intento de encontrar y rescatar símbolos mexicanos con pasado profundo. A los perros xoloitzcuintles se les conocía en registros coloniales, que sugerían que esta raza se había originado en la América prehispánica. Con los años, el xoloitzcuintle adquirió un verdadero estatus de ícono mexicano. Hoy, el club de fútbol Xoloitzcuintles de Tijuana juega en primera división y en la taquillera película Coco, el protagonista es acompañado por un perro pelón al que constantemente se le sale la lengua.
Sin embargo, para cuando Frida pintó “Perro itzcuintli conmigo”, en 1938, los perros pelones mexicanos llevaban pocos años de ser reconocidos como una genuina raza canina por la American Kennel Club, asociación histórica estadounidense de registro de pedigrí de perros. Poco se sabía sobre los rasgos biológicos de los xoloitzcuintles y esa ignorancia llevó a un auténtico exterminio. Durante décadas, criadores y dueños sacrificaban a cerca de la tercera parte de los cachorros de xolos que, en toda camada, y para sorpresa y molestia de criadores, nacían con pelo. Hoy, con el conocimiento de la genética de estos animales podemos explicar esa regularidad biológica que contradice la idea de razas puras y, más importante aún, permitió frenar el exterminio.
Perros en América
El origen de los perros pelones mexicanos estaba sumido en los mitos y leyendas del México prehispánico. Entre las deidades náhuatl, el hermano gemelo de Quetzalcóatl se llamaba Xólotl, era representado por un perro, y en su forma de estrella vespertina se encargaba de guiar al Sol al inframundo. Estaba conectado con la oscuridad y la muerte. Del mismo modo, los espíritus de los perros xoloitzcuintles (que en náhuatl significa «perro arrugado») se encargaban de guiar a los recién fallecidos al Mictlán, el mundo de los muertos. Pero las imágenes alusivas a canes no son exclusivas de México. La figura de los perros estuvo presente en muchas imágenes mesoamericanas, desde figurillas de cerámica hasta en pinturas en sitios arqueológicos. Dicha presencia es también evidencia de que los perros, pelones o no, fueron parte de las civilizaciones nativas de América desde el inicio de su historia.
El sitio y momento en que ocurrió la domesticación de los lobos, y por tanto el origen de los perros, es aún incierto. Se ha propuesto que es tan antigua como de 30 mil años en el pasado, de acuerdo con restos de animales similares a perros encontrados en Bélgica. Los registros inequívocos, sin embargo, sitúan a los primeros perros ya sea en Europa central o en Oriente medio con una antigüedad de 15 mil a 10 mil años. Es probable que los perros hayan llegado a América trotando entre las piernas de las caravanas nómadas de los humanos que cruzaron el estrecho de Bering, más o menos por esas fechas. Sin embargo, la primera evidencia de perros en América es de hace unos 9 mil años, en el Medio Oeste norteamericano. Los perros se fueron moviendo hacia el sur en compañía de las migraciones humanas. Hay evidencias de su presencia en la región andina de unos 5 mil años de edad y en Uruguay de hace unos 2 mil años.
La crianza intensiva y selección artificial de los perros comenzó apenas hace alrededor de 200 años, así que la gran diversidad de formas y comportamientos que podemos ver hoy no estaba presente en las calzadas y calles de los asentamientos americanos precolombinos. Es muy probable que los perros americanos antiguos fueran muy similares a los perros callejeros modernos: de complexión mediana, pelo corto y de comportamiento carroñero. Era en las manadas de estos perros donde aparecieron los primeros perros pelones.
Puesto que los tejidos blandos, como la piel, no se preservan en los entierros, es imposible saber cuáles de entre los cientos de restos prehispánicos encontrados en México pertenecen a perros sin pelo. Sin embargo, observando a los xoloitzcuintles modernos se evidencia un rasgo revelador: en la boca tienen dientes de menos. Esta característica causa que muchos xolos adopten un aspecto bobalicón, pues la ausencia de dientes caninos y premolares no les ayuda a contener la lengua dentro de la boca. Sin embargo, esa dentición tan particular ha permitido que los arqueólogos y antropólogos puedan distinguir los restos de los perros pelones de sus contrapartes peludas.
El hallazgo más antiguo de una mandíbula característica de xoloitzcuintle proviene del occidente de México, de unos 2 mil años de antigüedad. Es constante la presencia de restos de estos perros en muchos sitios arqueológicos de la región, si bien en mucho menor proporción a sus contrapartes con pelo. Frecuentemente se encuentra que los huesos de estos animales, con o sin pelo, fueron sometidos al fuego, a instrumentos punzocortantes o a mordidas de humanos. Es evidencia de que eran consumidos por su carne, ya sea en contextos rituales o cotidianos.
En regiones andinas, también hay perros pelones. A la fecha, el perro pelón peruano también está reconocido como una raza específica y se piensa que proviene de los mexicanos. Hay evidencia de intercambio cultural entre las culturas andinas y las mesoamericanas que data de hace unos 3 mil años, tanto en cultivos como el maíz como de animales como perros o moluscos. Se han encontrado estatuillas de civilizaciones andinas antiguas que ilustran perros pelones. Pero sólo recientemente se obtuvo la evidencia genómica que muestra que ambos tipos de perros pelones tienen el mismo origen.
La genética de ser pelón
Los xoloitzcuintles no son enteramente pelones: tienen pequeños mechones en la frente o en la cola. Tienen además esa dentición característica sin caninos ni premolares y no es raro que padezcan de problemas con las glándulas sudoríparas. Ese conjunto de rasgos ha sido nombrado como “displasia ectodérmica canina” y la comparten con dos razas más: los perros pelones peruanos y los perros crestados chinos. Esta similitud se podría explicar como producto de mutaciones en paralelo, algo raro en la evolución de las especies. Sin embargo, investigaciones recientes indican que las tres razas tienen el mismo origen genético, a partir de una mutación espontánea sucedida en los xoloitzcuintles del México prehispánico.
En 2008, una pequeña nota en la revista Science informaba que las tres razas mostraban en su genoma una mutación que afecta el desarrollo de algunos tejidos del cuerpo, entre ellos la piel, los dientes y algunas glándulas. Muy probablemente, según concluye el equipo de investigadores coordinado por Cord Drögemüller, de la Universidad de Berna, Suiza, esa mutación que inutiliza un gen llamado FOXI3 es la responsable del estrafalario aspecto de los perros pelones. Y también explica por qué en todas las camadas de xoloitzcuintles nacen algunos perros con pelo.
No todas las mutaciones biológicas tienen el mismo efecto. Algunas pasan desapercibidas para los organismos y se mantienen silenciosas durante millones de años. Las hay catastróficas y pueden causar malformaciones trágicas en los organismos que las padecen. Otras solo causan variaciones muy ligeras en los individuos que las portan. Y están las que tienen efecto cuando están en presencia de una variante normal del mismo gen, como es el caso de la mutación de FOXI3 de los xoloitzcuintles.
Los perros, al igual que los humanos, son organismos diploides, esto es, cada uno de sus cromosomas existe por duplicado: una copia proviene de la madre y otra del padre. Durante el desarrollo embrionario, y a lo largo de la vida del perro, esa información genética pareada será interpretada por sus células de tal forma que muchos de sus rasgos serán o bien una mezcla de los rasgos de sus padres o bien una expresión predominante de uno de los dos rasgos. La mutación encontrada por el equipo de Drögemüller en las tres razas de perros pelones es predominante y se expresa siempre que está en combinación con la variante normal. Sin embargo, la mutación es, para efectos prácticos, una eliminación de información genética.
La mutación del gen FOXI3 encontrada en todos los individuos de perros pelones estudiados causa una repetición de siete pares de bases nitrogenadas, las unidades moleculares del ADN, casi al inicio de la secuencia del gen. Esa pequeña repetición causa que las células no produzcan la proteína normal, sino una incompleta. Su función se pierde. El gen FOXI3 es parte de una red de señalización molecular que regula procesos de desarrollo específicos. Cuando deja de funcionar, muchas relaciones en esa red quedan afectadas. La importancia del producto de ese gen es tal que si ambas copias del gen están incompletas, los cachorros no llegan a desarrollarse y mueren antes de nacer. Sólo cuando existe un respaldo de la versión normal es que los perros se completan, pero las consecuencias morfológicas son vastas: piel sin pelo y ausencia de varios dientes.
Con el conocimiento de la naturaleza de esa variante genética y el de las regularidades de la herencia biológica podemos entonces explicar por qué en todas las camadas de perros xoloitzcuintles siempre aparecen cachorros con pelo. Una perra xoloitzcuintle tiene una versión completa del gen FOXI3 y una mutada. Cuando llega a etapa reproductora, su cuerpo produce óvulos que contienen una u otra de las dos versiones, en proporciones iguales. Lo mismo pasa con los espermatozoides de los xolos machos. En el momento de la fecundación, se pueden formar cigotos con alguna de las cuatro combinaciones posibles. Si el cigoto hereda las dos versiones disfuncionales de FOXI3, su desarrollo será defectuoso y no llegará a término. Si se combinan una versión normal y una incompleta, provengan de padre o madre, nacerá un xoloitzcuintle pelón. Pero si el cigoto hereda dos versiones completas del gen, entonces nacerá un xoloitzcuintle inusual: uno que tiene pelo.
Debido a que padre y madre xoloitzcuintles ponen la misma proporción de gametos mutados y gametos normales, las proporciones de los cigotos siguen las regularidades que Gregor Mendel descubrió en plantas de chícharos en el siglo XIX. La mitad de los cachorros serán pelones, un cuarto no llegará a término y un cuarto tendrá pelo. Al momento del alumbramiento, la ausencia de los cachorros que no nacieron causará que la proporción entre xoloitzcuintles sin pelo y con pelo sea de dos a uno, respectivamente. En otras palabras, todo xoloitzcuintle pelón ha tenido un hermanito con pelo. Es imposible crear una raza de xoloitzcuintles en la que nunca nazca uno con pelo.
Puros perros pelones impuros
Antes de que su genética estuviera bien entendida, los criadores de esta raza pensaban que la constante aparición de cachorros con pelo era evidencia de una contaminación racial, y decidían matarlos. La naturaleza de la herencia de la ausencia de pelo en los xoloitzcuintles, que en términos especializados se denomina semi-dominante y homóciga letal, comenzó a observarse mejor en la década de los 90 del siglo pasado, antes de que se conociera la mutación específica. Sólo desde entonces es que ya no se mata a los cachorros de xoloitzcuintle peludos. Pero algunos criadores todavía tardaron años en asimilarlo.
El investigador mexicano Raúl Valadez , del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM y una de las mayores autoridades en xoloitzcuintles del mundo, relata en un artículo publicado en el Boletín de su instituto la agónica historia del supuesto “rescate” de la raza que comenzó a mediados del siglo XX. En los años cincuenta, Norman P. Wright, un coronel británico retirado, fue designado como cabeza de un comité de rescate y limpieza de la raza, por encargo de la Federación Canófila Mexicana La asociación había adoptado recientemente al xoloitzcuintle como logotipo oficial, pero no se contaba con mucha información sobre la raza. El comité visitó el estado de Guerrero, en el occidente de México, donde era común encontrar a los xoloitzcuintles en las casas y calles del pueblo, y se llevaron con ellos a varios individuos. Comenzó entonces un plan de crianza que era, literalmente, de segregación racial: todo xoloitzcuintle con pelo que naciera era sacrificado. Así fue durante más de tres décadas. El prejuicio no cedió incluso después de que se comenzara a conocer la naturaleza de la herencia del xolo. Todavía en los últimos años del siglo XX había controversia sobre si debía apoyarse la “causa” de los xoloitzcuintles con pelo: en una conversación que Valadez tuvo en 1999 con una criadora que fue miembro de aquel comité original, según él relata, ella sentenció que “el mejor destino que puede dársele a los ejemplares con pelo es una cubeta con agua a donde arrojarlos justo después de nacer”.
Afortunadamente, el conocimiento que hoy tenemos de la genética de los xoloitzcuintles y sus razas hermanas evita que sigamos cometiendo ese tipo de atrocidades hacia ellos. Cada vez hay más individuos de xoloitzcuintle en criaderos en México y otros países del mundo, como Rusia o Suecia. Hoy se reconoce también que los perros pelones peruanos y los crestados chinos provienen de los pelones mexicanos. (La raza china, que sí es criada predominantemente en China, probablemente llegó allá durante el intercambio comercial entre China y la Nueva España durante la colonia.) La Federación Cinológica Internacional, que regula el reconocimiento de razas caninas de todo el mundo, estipula que los ejemplares con pelo de los xoloitzcuintles son parte de la raza, una de las dos variedades posibles. Eso sí, restringe la participación de la variedad con pelo y recomienda no cruzar dos ejemplares peludos, pues la descendencia nunca volverá a tener la variante genética pelona. Y si bien la Federación admite muchos rasgos aparentemente defectuosos, pero que son propios de la raza (como la ausencia de algunos dientes), todavía no asimila la naturaleza del perro pelón en su totalidad: considera meritorio de penalización en las competencias que a un xoloitzcuintle se le asome de vez en cuando la lengua de la boca.
Referencias
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