Este artículo es uno de los proyectos finales del curso Narrar la Ciencia en el Siglo XXI, dictado por la Fundación Persea en colaboración con la Universidad El Bosque, Bogotá, Colombia.
Rubén E. Rojas
«Si fuera tan caliente como se cree, la roca se hubiera convertido en líquido y gas de alta presión y la Tierra hubiera explotado.» Estas eran las palabras que recitaba el profesor Otto Lidenbrock en la famosa novela de ciencia ficción Viaje al Centro de la Tierra de Julio Verne. Con ellas pretendía convencer a sus colegas de que la Tierra era, en efecto, hueca y que podía incluso llegar a albergar la existencia de vida desconocida.
Tras descifrar un mensaje oculto en un libro secreto, el profesor Lidenbrock confirmó la existencia de un túnel volcánico con dirección al centro de la Tierra. Es así como, junto con su sobrino Alex, se aventura en una expedición a Islandia que los llevaría a descubrir un mundo habitado por criaturas prehistóricas, plantas gigantes, nubes eléctricamente cargadas y figuras humanoides de veinte metros de altura.
Si bien sería fascinante la existencia de un mundo perdido escondido directamente debajo de nuestros pies, hace falta incluso más imaginación para comprender los misterios que ocurren en el interior de nuestro planeta: terremotos, volcanes, movimientos tectónicos que ordenan continentes, océanos de hierro líquido y un centro sólido tan caliente como el mismo Sol. Veamos qué hubiera pasado si Otto Lidenbrock se hubiera adentrado al verdadero centro de la Tierra.
Supongamos que el profesor no hubiera descifrado nunca el código secreto que le reveló la existencia del túnel volcánico y que hubiera decidido excavar por sus propios medios hacia el centro de la Tierra. El túnel más profundo excavado por los humanos se encuentra en la región rusa de Kola.
El proyecto inició en 1970 con fines puramente científicos (como todo durante la Guerra Fría) y cinco años después había alcanzado apenas siete kilómetros de profundidad. Esto representa el 10% de la corteza terrestre, que es la primera capa del planeta, y que a su vez solo representa el 1% de toda su profundidad. Si la Tierra fuera un aguacate, el profesor no hubiera podido siquiera pasar de la cáscara, aun con todo el presupuesto de la Unión Soviética.
Supongamos ahora que el profesor hubiera conseguido un túnel volcánico capaz de adentrarse hasta profundidades más allá de la corteza. A la segunda capa de la Tierra se le conoce como el manto. Tiene un grosor de unos dos mil ochocientos kilómetros y representa casi el 80% del volumen del planeta: es el equivalente de la parte comestible de un aguacate.
Las temperaturas en la región del manto más cercanas a la corteza alcanzan los mil grados centígrados. El túnel volcánico se convertiría en un horno de convección para el profesor. Y si bien la travesía del profesor llegaría a su fin, la nuestra apenas comenzaría, pues después del manto se encuentra uno de los misterios más grandes de nuestro planeta y la principal razón de la existencia de vida en la Tierra: el núcleo externo.
Esta es la tercera capa del planeta y está constituida primordialmente por un océano de hierro líquido que se extiende hasta unos cinco mil kilómetros de profundidad. En esta región se origina el campo magnético de la Tierra gracias a la capacidad del hierro de conducir electricidad. Y es que toda corriente eléctrica produce pequeños campos magnéticos; como el hierro se encuentra además en estado líquido, los campos magnéticos que se generan pueden afectar el mismo movimiento del fluido y así sucesivamente, en una especie de retroalimentación conocida como “el efecto dínamo”. Este fenómeno es el motor que mantiene el campo magnético terrestre andando y es la principal razón de la subsistencia de vida en el planeta, ya que el campo magnético nos brinda protección de la mortal radiación solar. Sin este, la superficie de la Tierra sería un asador para cualquier intento de vida en su exterior.
Culminando nuestra travesía se encuentra el verdadero centro de la Tierra: el núcleo interior. Con una temperatura de unos cinco mil grados centígrados, es capaz de vaporizar el hierro que lo constituye. Sin embargo, la presión de casi tres millones de atmósferas a la que se encuentra sometido debido a su profundidad retrasa su punto de ebullición.
De manera que el profesor Lidenbrock estaba equivocado: el núcleo no puede explotar, la Tierra no es hueca, y la idea de encontrar vida en su interior resultó incluso más aburrida que entender el fenómeno geológico más importante para la subsistencia de vida en su exterior. En definitiva, la naturaleza nos ha ganado la carrera de nuevo. Los misterios ocultos en el interior del planeta han escapado hasta de la imaginación del mismísimo Julio Verne.
Referencias
- The Science Guys. (2003, April). What is the deepest hole ever dug into the Earth? | Science Guys | Union University, a Christian College in Tennessee. Union University. https://www.uu.edu/dept/physics/scienceguys/2003Apr.cfm
- National Geographic Society. (2015, July 7). Earth’s Interior. https://www.nationalgeographic.org/media/earths-interior/?utm_source=BibblioRCM_Row
- Vernes, J. (2022). Journey to the Center of the Earth (Barnes Noble Children’s). Barnes & Noble Inc.
Este artículo es uno de los proyectos finales del curso Narrar la Ciencia en el Siglo XXI, dictado por la Fundación Persea en colaboración con la Universidad El Bosque, Bogotá, Colombia.
Ilustración de la portada: Ada Peña.
Rubén E. Rojas es licenciado en Física de la Universidad Simón Bolívar (Caracas, Venezuela). Estudiante de último año de Doctorado en Física en la Universidad de Maryland (College Park, Estados Unidos) donde se especializa en mecánica de fluidos, turbulencia y magnetohidrodinámica. Su trabajo se centra en un experimento para simular la generación de campo magnético de la Tierra en el laboratorio. Además, es apasionado por la divulgación científica. Se mantiene involucrado en varias iniciativas de promoción científica entre ellas un podcast denominado De Esto No Hay Tesis. Fue miembro fundador de un proyecto para cambiar las perspectivas sobre las carreras científicas en la Universidad Simón Bolívar denominado. ¿Por qué Ciencias?. Se encuentra en instagram y twitter @rubrojasg.
0 comentarios