Una exploración de la relación entre arte y ciencia y sobre la cultura pop inspirada en el gran final de Cassini.

Alexandra De Castro

 

 Ilustración de Ada Peña. Ilustración de Ada Peña.

El color es independiente de la forma

Carlos Cruz-Diez

En la universidad conocí a un profesor de física que era también artista plástico, su nombre es Guillermo Chacín. Con frecuencia nos invitaba a sus exposiciones en galerías y realmente su trabajo era muy interesante. Recuerdo que alguna vez le preguntaron en una entrevista cómo conciliaba el arte con la ciencia. Él respondió que en ambas tareas crea mapas de la misma realidad.

 Guillermo Chacín, colección privada. 

Pintura de Guillermo Chacín, colección privada.

Para Aristóteles arte y ciencia estaban en íntima relación. El arte pertenecía a las ciencias productivas relacionadas con la creación de artefactos como barcos y edificios, pero también con la agricultura, la medicina, incluso la retórica, la música, la tragedia y el drama. En contraste, consideraba a la ética y la política dentro de las ciencias prácticas y estas dos separadas de las ciencias teóricas cuyo objetivo era la búsqueda de la verdad. Después de más de dos milenios y enormes cambios en las civilizaciones, las artes y ciencias han evolucionado de sus antiguas concepciones aristotélicas. Las transformaciones sufridas nos han dejado un aparente cisma en el mundo occidental contemporáneo entre las artes y las ciencias.

C. P. Snow lo describe muy bien en su conferencia Las dos culturas, Universidad de Cambridge, 1959. Argumenta que hay mucho más que simple especialización y que de hecho hay dos culturas separadas entre la de los «intelectuales» artistas y escritores, y la de los científicos.  Snow, quien según sus términos perteneció a ambas culturas, considera a los actores de ambos grupos de igual inteligencia y a su actividad e inquietudes de igual relevancia.

Entre otras cosas, Snow observaba el empobrecimiento intelectual del científico que muestra escaso gusto por las artes y los buenos libros y quienes además con frecuencia defienden que ese conocimiento es irrelevante. Mientras que del otro lado, del lado de los artistas o intelectuales, es aún peor pues ellos no sólo desprecian la profundidad y complejidad de las construcciones científicas sino que se sienten orgullosos de no estar enterados.

Dice Snow:

Por lo tanto, mientras el gran edificio de la física moderna crece, la mayoría de la gente inteligente en occidente tiene el mismo conocimiento científico que habría tenido su antepasado del neolítico.

El discurso de Snow  tenía la intención de mostrar que este alejamiento de saberes puede traer consecuencias. Aun cuando su visión de futuro estaba más ajustada a la situación política y social de la guerra fría, pudiéramos darle una lectura a su preocupación originaria en términos de los problemas actuales como la descreencia en las vacunas y en el cambio climático, entre otras que pueden llegar a generar problemas sociales muy graves.

Ernesto Sabato, quien hizo estudios de física y luego se convirtió en escritor afamado, un caso parecido al de Snow, se refiere al problema en otros términos. En su ensayo largo El escritor y sus fantasma, Sabato asume el distanciamiento entre arte y ciencia con naturalidad y toma una posición clara y vehemente en favor de las humanidades como contraposición a las ciencias.  La suya es precisamente la posición característica del intelectual que trivializa el quehacer científico y privilegia con su discurso a las artes.

Sabato dice que le preguntan a menudo si es que él quiere volver a la humanidad premecanista (suponiendo que eso exista).

Demagógicamente se me pregunta si lo que deseo es prescindir de la heladera eléctrica. Yo digo: no, lo que yo quiero es algo mucho más modesto: es bajarla del pedestal en la que está entronizada como un grotesco diocesillo laico, para ponerla al nivel del suelo, en la cocina, donde le corresponde.

El gruñido de Sabato por supuesto sigue de la sobresimplificación de la evolución del legado científico pues la heladera no es la pila de metal y plástico: es todo el empeño y conocimiento que está detrás de su construcción.

La heladera son las líneas de campo electromagnético que Faraday solo podía dibujar en su mente y cuyo origen metafísico discutió afanosamente con Maxwell; las matemáticas de Poincaré;  las genialidades de Boltzmann, su locura y suicidio;  la tiranía de la segunda ley de la termodinámica, y la creatividad fecunda de Carl von Linde, su inventor.

La heladera es producto de un profundo y complejo razonamiento y de cantidades enormes de imaginación e inventiva, desde que Júpiter era dios del rayo hasta que un día ese mágico cubo de metal brotó en la cocina.

Apoyar los discursos ligeros, muy comunes y característicos, como el de Ernesto Sabato contribuye al juicio popular sobre un alejamiento entre disciplinas que tal vez tienen mucho en común y más necesidad de relacionarse de lo que nos empeñamos en observar.  Más aún, este tipo de enfoque «humanista» aunque de aparente inocuidad, tiene un costo considerable en cuanto a la necesidad de establecer puentes entre ciencia y sociedad.

Un ejemplo de una opinión más optimista la obtenemos de la directora del CERN, Fabiola Gianotti, pianista y físico experimental y coordinadora de una de las colaboraciones que anunció el descubrimiento del bosón de Higgs. Gianotti dijo en una entrevista para el periódico español El País :

Entre ciencia y arte no veo fractura, no veo diferencias, distancia… Para mí, arte y ciencia en el sentido amplio, ya sea humanística o científica, son expresiones del ser humano como ser pensante y de nuestra cultura y conocimiento. Forman parte de la misma esfera.

No es de extrañar que un científico experimental se sienta artista a ratos puesto que su trabajo es en muchos sentidos el de un creador, de un artesano.

 Cromosaturación, Exposición de Carlos Cruz-Diez en la Galeries Nationales du Grand Palais, París, Francia, 2013. 

Cromosaturación, Exposición de Carlos Cruz-Diez en la Galeries Nationales du Grand Palais, París, Francia, 2013.

Por su parte, Carlos Cruz-Diez, célebre artista plástico venezolano, gran innovador de la visión sobre el color en las artes plásticas, dice en el documental La vida en color que en un momento de crisis comprendió al arte no como instrumento para describir entornos sino como «invención pura». Cruz-Diez explica que entonces recurrió a otras formas de conocimiento: se puso a estudiar física, fisiología de la visión, filosofía, entre otros, cosa que lo llevó a «estructurarse» y aclara: «eso, combinado con experimentaciones, materializaba [en piezas de arte]»  Este es un ejemplo del uso de los saberes de la ciencia en el progreso del arte.

 

 

 

 

 

El artista en el científico y el científico en el artista: hablan los expertos

Convencida sobre la importancia de entender un poco más a profundidad la relación entre arte y ciencia, entrevisté a Daniel Esparza, filósofo y experto en arte, Universidad de Columbia en New York, quien amablemente nos da su opinión sobre la complejidad de los posibles vínculos entre arte y ciencia desde la visión del artista.

El artista, siempre, es en cierto modo quien crea una idea. Y posiblemente ahí conseguimos una de las primeras diferencias entre arte y ciencia: la ciencia, se supone, revela, descubre, consigue. La ciencia, en cierto sentido, no inventa. Cuando inventa, diría el común de la gente, lo hace porque ha dado con algún sustrato de la realidad empírica que le permite, entonces, inventar. Por ejemplo, descubriendo cómo opera la gravedad, digamos, podemos inventar dispositivos que nos permitan vencerla (e inventamos cámaras antigravitatorias, aviones, drones, satélites y demás.)

El arte, se supone (o se suponía) no necesita demasiado de la disciplina del descubrimiento para hacer su trabajo.

Lo que sí es cierto es que es difícil decir que el arte contemporáneo piensa tal cosa o tal otra sobre la ciencia, así, en general. Es cierto que muchos artistas visuales contemporáneos trabajan con soportes no tradicionales (y, en ese sentido, necesitan otro tipo de conocimiento técnico que, quizá, podríamos llamar científico. Los artistas que hacen arte digital, por ejemplo, necesitan herramientas propias de un ingeniero para poder trabajar.

Un performer, por ejemplo, puede ser sociólogo, antropólogo (que, a pesar de lo que suponga cierto paradigma positivo, son también ciencias) y dedicar su trabajo performático a, precisamente, la investigación social.

Desde luego, otros artistas ni siquiera hacen caso de la relación. La dan por sentada. No constituye una pregunta y, por estar ya asumida, plantearla parecería forzado, o quizá accesorio. Pero lo que sí creo que podemos entender como un espacio en el que artista y científico pueden tener una experiencia compartida, es en el momento del insight: hay un momento de descubrimiento, también, en el quehacer artístico que, yo diría, es idéntico al del descubrimiento científico. El «eureka event,» digamos.  Si tuviésemos que pensar en el terreno en común del artista y el científico, yo pensaría en este evento.

Indagar a fondo esos posibles vínculos de los quehaceres y saberes puede ser más provechoso a la hora de entender cómo establecer una interacción entre los actores de las diferentes disciplinas.

NASA: una galería científica y un laboratorio de artistas

La interacción entre arte y ciencia en la NASA se originó prácticamente desde la creación de la agencia espacial en 1962. En aquellos días su administrador James Webb se dio cuenta de que el arte podía ser clave en el desarrollo saludable de la agencia.

 Los primeros pasos, pintura de  Mitchell Jamieson, captura el momento en que el astronauta Gordon Cooper sale de su nave espacial después de su misión e 1963. Imagen cortesía del Museo Nacional Smithsonian del Aire y el Espacio. 

Los primeros pasos, pintura de Mitchell Jamieson, captura el momento en que el astronauta Gordon Cooper sale de su nave espacial después de su misión e 1963. Imagen cortesía del Museo Nacional Smithsonian del Aire y el Espacio.

La humanidad apenas comenzando a aventurarse al espacio necesita canalizar las emociones alrededor de la exploración: el entusiasmo, la incertidumbre, los sobresaltos, los fracasos, la belleza de los paisajes extraterrestres… De alguna manera había que hacer todo esto palpable y visualmente fascinante para cualquier ciudadano.

James Webb, visionario y consciente de sus retos, no fue tímido en su propósito y contrató al artista James Dean como jefe del programa y recurrió a la asesoría de H. Lester Cooke, curador y pintor de la Galería de Arte Nacional de los EE. UU. en Washington DC, decisiones que traerían provecho a la conquista del espacio como nueva frontera, humana y científica.

Con frecuencia, cuando entramos en la página de la NASA y encontramos imágenes de naves o sondas flotando en la región interplanetaria no estamos viendo una verdadera fotografía, sino representaciones artísticas. La razón es que, si bien muchas de las sondas espaciales están dotadas con cámaras para fotografiar su entorno, una foto de la sonda en sí, ya inalcanzable en el espacio exterior, es la mayoría de las veces imposible –aunque indispensable como medio para palpar la aventura de las misiones–.

Generalmente, lo que los científicos e ingenieros de las agencias espaciales ven en comunicación con las naves son miles de números en tablas y gráficas con líneas y curvas que recorren las pantallas de sus computadores. En esos formatos se traduce la información, en primera aproximación, que llega del espacio a la Tierra. Y aunque todo eso es tremendamente significativo para el experto y causa asombro y emoción en los científicos de la sala de operaciones, sin duda la concepción artística representativa de lo que imaginamos que ocurre según los nuevos datos complementa la sensación de satisfacción por los hallazgos.

 

 

 

 

 

 El Pálido Punto Azul. Imagen de la Tierra tomada desde el Voyager 1 desde una distancia de 6000 millones de kilómetros.

Esta imagen a la izquierda es el famoso Pálido Punto Azul. Imagen de la Tierra tomada desde el Voyager 1 desde una distancia de 6000 millones de kilómetros.

La mayoría de las cámaras fotográficas en las sondas aunque de alta sofisticación se diseñan según las exigencias de ahorro en espacio, peso y energía. De modo que en muchas ocasiones las imágenes brutas son de baja resolución, pocos colores y estrecho campo visual. De allí que no solo por razones estéticas sino que incluso para obtener provecho científico es necesario procesarlas. Además, hay un retraso entre la tecnología al momento del lanzamiento y aquella al momento de culminación de la misión por las diferencias de escala entre el viaje espacial (grandes distancias) y el avance de la tecnología.

Seleccionar las imágenes, hacer con ellas una composición, colorearlas y llevarlas a alta resolución también es un trabajo en muchos sentidos artístico.

 

 

 

 

 

 

Cultura pop e imaginario artístico inspirado en Cassini

Tras 20 años de servicios a la humanidad, Cassini nos legó vasto y profundo conocimiento y una galería de imágenes impresionantes.

Cassini nos transmitió la emoción de lograr la cercanía inédita al sistema saturniano, de husmear entre las lunas: espiar sus ritmos, revelar sus caras, conocer su constitución.  Nos asombró con el primer descenso de un objeto construido por el hombre al soltar a la sonda Huygens sobre la superficie de una luna de Saturno. Durante su sobrevuelo y aterrizaje en Titán, Huygens hizo una buena cantidad de increíbles imágenes y con ellas nos desveló toda una compleja geología con montañas, valles, ríos, lagos y océanos; además de descubrirlo como un posible mundo prebiótico. Asimismo, quedamos maravillados con los grandes océanos, casquetes de hielo y la actividad hidrotermal de Encélado.

Durante su gran final, nuevas propiedades de los anillos de Saturno emergieron después de que Cassini ejecutara una danza armoniosa entre los anillos durante las 22 órbitas, llenándonos de imágenes desde perspectivas y texturas nunca antes vistas.

 

 

La belleza de la misión y el drama de su desenlace, desvaneciéndose para siempre en la densa atmósfera de Saturno, inspiró la creación de pinturas y afiches que combinan la emoción de la exploración con la cultura pop.

Una galería de afiches muy peculiares atestiguan la necesidad de transmitir la emoción del gran final de Cassini a través del arte.

 

Desvelando el Mito

Este póster fue creado en el 2001 por ocho estudiantes de la academia de arte del este de Los Ángeles. La escena es una amalgama de imágenes mitológicas de Saturno, dios romano de la agricultura y de las estaciones, con paisajes de la exploración espacial. Los autores del afiche son: Ulysses Garcia, Gabriel Estrada, Abel Gonzales, Daniel Gonzales, Octavio Gonzales, Francisco Vasquez, Juan Solis y Rebeca Robles.

 Crédito: NASA/Jet Propulsion Laboratory-Caltech

Crédito: NASA/Jet Propulsion Laboratory-Caltech

Visión del futuro: Tour a Saturno

Los siguientes tres afiches crean una ilusión de futuro para posibles turistas según lo que hemos aprendido sobre el sistema saturniano durante las misiones desde el Voyager hasta Cassini-Huygens.  De izquierda a derecha: A–Titán: Pasea sobre las mareas a través de la garganta del Kraken. Kraken es el nombre con el que fue bautizado uno de los lagos de metano descubiertos en Titán. B– Encélado: Hogar del frío fiel.  C–El Gran Tour.

Cassini Whoosh!

Los científicos de la NASA se prepararon para apuntar la antena de Cassini hacia la Tierra para así poder recibir todos los datos científicos posibles hasta el último aliento de la nave. Esta última maniobra recordó al famoso cuadro de Roy Lichtenstein titulado «Whaam!»

El Clásico o Cassini Retro

Cassini cumplió 20 años de viaje espacial, de modo que sus equipos no son modernos, aunque muy sofisticados, la nave es entonces una especie de un clásico de los años noventa.  Esto trajo recuerdos de un anuncio de Corvette  titulado: ’70 Corvette. What else.

La canción del cisne

El gran final de Cassini necesitaba ser anunciado como lo que es: un gran evento con enorme significado. Todos estuvimos atentos como espectadores de un concierto. Así este cartel-anuncio se inspiró en la presentación de Led Zeppelin en el estadio de Chicago en 1973.  En la figura central, Cassini en vez de los músicos y los símbolos abajo representan a los cuatro planetas visitados por la sonda: Tierra, Venus, Júpiter y Saturno.

En general la ciencia puede conmover a quien sigue sus avances y esa emoción, hemos visto en el ejemplo de la NASA, está clamando por ser sublimada en expresiones artísticas. Y es que la agencia espacial, como pocos centros de investigación y desarrollo, ha logrado despertar el interés ciudadano en la exploración del espacio. El propósito de establecer una relación va más allá de la complementación: se presenta como una base natural para fundar el enlace ciencia y sociedad.

2 Comentarios

  1. Fernando Nunez-Noda

    Me encantó el artículo. No es fácil conectar arte y ciencia en la mente colectiva, que los ve tan distintos, pero ambos vienen de un mismo tronco común. De acuerdo con tu "rebutal" a Sábato, un hombre generalmente más sensato como para sobresimplificar el asunto, como si la ciencia fuera una caja de metal y plástico con circuitos. Pero, en fin, un delicioso paseo por el tema, con la rigurosidad de la ciencia y la soltura del arte.

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    • Alexandra De Castro

      Muchísimas gracias, Fernando. El libro de Sabato vale la pena leerlo. No fue mi intención dejar en el aire que había sobre simplificado el tema, de hecho él lo trabaja desde algún punto de vista histórico. Pero ciertamente con un sesgo muy discutible y con faltas en su entendimiento sobre la ciencia. Y tal vez también sobre el arte. Abrazos.

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