ESQUIVANDO LA DEMENCIA

por | Ago 15, 2020 | CIENCIAS DE LA VIDA | 0 Comentarios

Pablo Izquierdo
Ilustración de Ada Peña

Ilustración de Ada Peña

El mal de Alzheimer es la forma más habitual de demencia. En ella, se van acumulando con los años dos sustancias en el cerebro: una, llamada tau, dentro de las neuronas; la otra, el conocido como péptido amiloide-beta, entre neuronas vecinas. En un cerebro sano, ambas están disueltas en el medio celular cumpliendo sus funciones; durante el Alzheimer, sin embargo, las dos precipitan y forman una masa tóxica. Como resultado, la comunicación entre neuronas se dificulta, y estas células se van degenerando con el transcurso de los años hasta finalmente morir, ahuecando el cerebro.

El hipocampo, un área del cerebro clave para la memoria, es una de las regiones más afectadas: es por esto que las personas con Alzheimer tienen una pérdida de memoria gradual, por la que olvidan acontecimientos cotidianos y paulatina pero irreversiblemente muchos de sus recuerdos.

Hay algunos casos que se deben a alteraciones hereditarias en genes que apuntalan la producción del péptido tóxico (llamados APP, PSEN1 o PSEN2). Esto acelera la acumulación del péptido en el cerebro, haciendo que los síntomas se desarrollen con extraña rapidez. De hecho, la primera paciente diagnosticada con Alzheimer, la alemana Auguste Deter, tenía apenas 50 años. En cambio, en más de 9 de cada 10 casos —podemos respirar con cierto alivio— la enfermedad no es hereditaria: la gran mayoría de pacientes no tienen ninguna mutación en esos genes y, aunque acaban desarrollando la enfermedad, solo lo hacen décadas más tarde.

En esa amplia mayoría de casos, la predisposición genética de cada persona puede hacer más o menos probable que desarrollemos demencia. Hay algunos genes asociados con el Alzheimer (como APOE o TREM2), y según qué versión tengas es decir, qué variante, qué secuencia exacta de letras en cada gen, tu probabilidad de sufrir la enfermedad será mayor o menor. Sin embargo, a diferencia de los casos hereditarios que comentábamos antes, ahora la genética no es infalible y ninguna de estas variantes supone una condena inexorable: los genes influyen, sí, pero existen muchos otros otros factores que podemos controlar para esquivar la demencia.

Es importante entender que, en cualquier caso, las neuronas no están solas en el cerebro. Pese a que son las responsables de transmitir las señales nerviosas en forma de ondas eléctricas y químicas entre unas regiones y otras, hay muchas otras células que resultan también imprescindibles para que tu cerebro funcione. Entre ellas, los llamados oligodendrocitos: células que envuelven a las neuronas como una vaina para que el impulso nervioso se transmita con rapidez y sin pérdidas. Estas vainas, por cierto, también se ven afectadas por la enfermedad; parece que se dañan antes, incluso, que las propias neuronas.

Las células inmunitarias de tu cerebro son igualmente protagonistas involuntarias en la enfermedad de Alzheimer. Estas células, que en conjunto se llaman microglía −por su pequeño tamaño−, parecen contribuir a eliminar el péptido tóxico, tragándoselo y evitando así que se acumule. Incluso cuando es demasiado tarde y este se amontona ya en forma de placas entre las neuronas, es común ver a la microglía formando una barrera alrededor de estas placas, como intentando contener su avance. Sin embargo, no está aún claro si el papel de estas células en el Alzheimer es de heroínas o villanas. El péptido tóxico también puede provocar que estas células reaccionen de manera aberrante y dañina, escupiendo sustancias inflamatorias y oxidantes, y quizás perjudicando de esta manera la salud del cerebro. Por cierto, se ha visto que respirar aire contaminado nos hace más proclives a sufrir demencia, y son precisamente la inflamación excesiva y la producción de sustancias oxidantes quienes parecen estar detrás.

Hay una última cuestión, algo que a menudo pasamos por alto. Si queremos aniquilar a todo un pueblo, la manera más efectiva no es destruir todos sus habitantes uno por uno. Si consiguiésemos cortar los suministros, naturalmente, el resultado sería mucho más drástico. Pues bien, eso es exactamente lo que hace el péptido amiloide-beta en la enfermedad de Alzheimer: el péptido constriñe los vasos sanguíneos del cerebro, y consigue así reducir el flujo de sangre a las neuronas, que comienzan a pasar hambre de oxígeno y nutrientes hasta ahogarse. No en vano, estos últimos años se ha reforzado la idea de que la salud cardiovascular es crucial para mantener una buena capacidad cognitiva. En otras palabras, cuida de tu corazón y estarás cuidando de tu cerebro; una visión algo más científica del antiguo «mens sana in corpore sano» latino. 

El péptido amiloide-beta, según se acumula en el curso de la demencia, daña las neuronas, los oligodendrocitos, la microglía… Sin embargo, quizás la clave, lo que desencadena todo, sean sus efectos sobre la vasculatura. Antes de que se dañen las neuronas y se pierdan los recuerdos, lo primero que ocurre es el daño a la red de vasos sanguíneos que da riego al cerebro. Este daño se acelera por culpa de este péptido tóxico, que constriñe y desgarra los vasos sanguíneos. Por suerte, investigaciones recientes demuestran que esto podría evitarse cuidando de tu sistema cardiovascular. Eso incluye llevar una dieta sana, controlar la obesidad y la diabetes y, por supuesto, hacer ejercicio físico.

Cálzate unas zapatillas de deporte y echa a correr hasta tu frutería, tu corazón y tu cerebro y tu frutero, sin duda te lo agradecerán.

 

pablo izquierdoPablo Izquierdo es bioquímico (Universidad Autónoma de Madrid, 2015) y neurocientífico (University College London, 2017). Trabaja como comunicador científico freelance y ha impartido talleres para investigadores y niños en universidades y colegios. Es también editor en la plataforma de fact-checking metafact.io. Además, ha organizado, presentado y participado como ponente en eventos y festivales científicos de varios países. Ganó el primer premio en el concurso de divulgación Jot Down 2019 y el tercer premio en el concurso de monólogos científicos Famelab 2017. Twitter: @pablotres14

 

 

AGRADECIMIENTOS

Fundación Persea agradece la infinita generosidad de sus patrocinadores: Carlos Ortega Sr., Sobella Mejías, Solmar Valera, Spencer Craft, Jiří Svozilík, Leonardo Quevedo, My fit body project , Cristhian De Castro y Vicente Di Clemente.

 

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