Sobre cómo los americanos están adaptándose a vivir en grandes altitudes
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PREÁMBULO
Autor: Víctor R. Hernández Marroquín
El 1 de abril de 2009, la selección argentina de fútbol vivió una de sus peores derrotas. En el estadio Hernando Siles, en La Paz, Bolivia, la selección local le propinó una goliza a la albiceleste, que aún ahora es recordada con gozo por algunos y con dolor por otros. Mientras que el equipo de Bolivia se enorgulleció por ese inolvidable 6-1, los jugadores de la selección argentina le achacaron el resultado a un factor extra-deportivo: la altitud. Jugar en La Paz «es imposible», declaró Leo Messi después del juego, quejándose de los constantes dolores de cabeza. Los otros jugadores hicieron eco de esa impresión, repitiendo lo que múltiples atletas de diversas disciplinas han asegurado a lo largo de los años: las grandes altitudes no son lugar para la actividad física intensa.
La ciudad de La Paz es una de las capitales de mayor altitud en el mundo. Con sus 3.600 metros sobre el nivel del mar, sobrepasa la barrera de los 2.000-2.500 metros, tras la cual se considera que los cuerpos humanos acostumbrados a bajas altitudes comienzan a sufrir consecuencias médicas negativas. El nivel de oxígeno en la sangre se desploma, y los sistemas circulatorio y respiratorio comienzan a compensar. Los vasos sanguíneos se constriñen y los niveles de hemoglobina en la sangre suben. Si el ascenso es súbito y sin aclimatación, puede ocurrir el llamado mal de montaña. Fatiga extrema, dolores de cabeza, e incluso mareos: aquello de lo que se quejaban los jugadores argentinos en ese abril de hace 8 años. Y sí, el cuerpo humano puede terminar por aclimatarse; pero eso puede llevar días o a veces semanas.
Uno podría pensar que las zonas de alta montaña son irremediablemente hostiles para los humanos, pero lo cierto es que hay millones de personas en el mundo que viven en altitudes mayores a 2.000 metros. Tan solo en América Latina, entre Bolivia, Perú, Colombia, México y Ecuador suman más de 50 ciudades de más de 100 mil habitantes que superan esa altitud. Es posible que esos residentes de ciudades altas se aclimaten a las condiciones de alta montaña progresivamente desde el nacimiento. Pero hoy sabemos que algunos grupos humanos tienen la constitución genética adecuada para vivir en dichas zonas. En otras palabras, están biológicamente adaptados a las grandes altitudes. ¿Es el caso de los americanos?
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