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PREÁMBULO
Autor: Víctor R. Hernández Marroquín
Por cerca de medio milenio, Teotihuacan fue para las culturas mesoamericanas precolombinas un centro urbano muy influyente, hasta su declive en el siglo VII de nuestra era. Las investigaciones arqueológicas sobre este sitio han mostrado que la ciudad concentraba una gran diversidad de habitantes. Por los análisis de restos humanos y objetos, se sabe que gente de muchas regiones de Mesoamérica llegaba a la ciudad, se instalaba en ella y terminaba por convertirse en residente, lo que convirtió a Teotihuacan, como cualquier gran ciudad, en una mezcla de culturas. Los estudios arqueológicos “nos hablan de un contexto religioso, comercial, artesanal y gubernamental que atraía a otros grupos a Teotihuacán”, dice Ana Aguirre Samudio, investigadora del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, México.
A poca distancia de las imponentes pirámides del Sol y de la Luna en el centro arqueológico principal de Teotihuacan, se pueden encontrar diversas excavaciones de donde se han extraído restos humanos y utensilios. Se considera que muchos de esos puntos eran barrios de la ciudad, hogar de una variedad de migrantes. En 2016, el equipo multidisciplinario coordinado por la investigadora, con integrantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, analizó los restos óseos encontrados en entierros en esos barrios antiguos. Fémures, tibias, fíbulas, radios, falanges y un húmero fueron los tipos de huesos de 36 personas diferentes que los investigadores procesaron durante la investigación. El objetivo era contestar preguntas sobre los orígenes de aquellos inmigrantes con un tipo de evidencia que nunca había sido buscada antes en sus huesos.
A primera vista, la gran tradición arqueológica de la que Teotihuacan ha disfrutado por decenios parece haber cubierto ya las mayores interrogantes de la historia de la ciudad. Pero los científicos son ingeniosos para innovar en preguntas, sobre todo cuando tienen a la mano nuevos métodos para cuestionar a la naturaleza y su historia. El equipo de Ana Aguirre Samudio buscaba en los restos óseos los remanentes que pudieran obtener de una molécula de más 1,500 años de antigüedad. Querían extraer ADN antiguo.
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