CUÉNTAME UNA HISTORIA

por | Oct 12, 2017 | EDITORIAL | 2 Comentarios

María Eugenia Esté

 

 Ilustración de Ada Peña Ilustración de Ada Peña

Cuenta la leyenda que Newton solía sentarse bajo la sombra de un manzano en el jardín de su casa materna en Lincolnshire para contemplar el paisaje y reflexionar. En una de esas ocasiones, una manzana cayó sobre su cabeza a lo cual, en un instante de genial intuición, el joven Newton reaccionó descubriendo la Ley de la Gravitación Universal.

La anécdota de la manzana de Newton es quizá el ejemplo más famoso del uso de la narración (storytelling) en la comunicación pública de la ciencia. Este relato ha servido, según las necesidades de incontables autores, para introducir la explicación de la ley de la gravedad, justificar el genio creativo del científico o la intuición en el proceso creativo a secas, o para explicar el papel de la casualidad y los accidentes en el resultado de una investigación científica.

Sin embargo, la historia no es del todo cierta. Según relata William Stukeley, el asunto de la manzana fue mencionado por el mismo Newton cuando juntos caminaban por los jardines de su residencia en Kensington, y bebiendo té bajo la sombra de un manzano, éste contó que la noción de la gravitación se le había ocurrido al observar la caída perpendicular de la fruta.

No hubo nunca golpe en la cabeza. Y al parecer fue Voltaire el primero en difundir este detalle tan sugestivo que vincula la imagen de un golpe en la cabeza con la idea de un golpe creativo de la imaginación o de la intuición, a partir del cual el científico se plantea las preguntas claves y las presunciones de su investigación.

¿Por qué la fruta no cae de manera oblicua o se desplaza hacia arriba? ¿Por qué se mueve constantemente hacia el centro de la Tierra? ¿Será que la Tierra la atrae hacia sí? Debe existir un poder de atracción en la materia y la suma de este poder se encuentra en el centro de la tierra, de manera que esta manzana cae perpendicularmente hacia el centro de la tierra, materia que atrae así a la materia, en proporción a su cantidad. En consecuencia, la manzana atrae a la Tierra y viceversa.

He aquí el hilo del razonamiento que siguió Newton tal y como lo cuenta William Stukeley, a la sazón arqueólogo y colaborador de Edmund Halley, en sus Memorias de la Vida de Isaac Newton que han sido felizmente puestas a disposición de todo el mundo en el sitio de la Royal Society of London.

Las páginas de los libros de historia de la ciencia están llenas de narraciones coloridas como la de la manzana: el descuido del asistente de Louis Pasteur que permitió reconocer y aislar la cepa débil, la vacuna, de la bacteria causante del cólera del pollo (Pasteurella multocida); la cadena de casualidades que condujo a Alexander Fleming al descubrimiento de la penicilina; el elefante electrocutado de Thomas Alba Edison y la guerra de la corriente directa y alterna que lo enfrentó a Nikola Tesla; la fotografía de la Tierra, ese punto azul pálido, tomada por la sonda Voyager I que dio pie al maravilloso texto de Carl Sagan sobre el futuro de la especie humana en el espacio; el reiterado fallo en los ensayos clínicos de citrato de sildenafilo como tratamiento de la angina de pecho que condujo más bien a la producción del Viagra para tratar la disfunción eréctil.

Más recientemente, a partir de la década del 60, las investigaciones sobre los estudios sociales de la ciencia, un campo multidisciplinar que reúne a científicos, antropólogos y filósofos de la ciencia y la tecnología entre otros, echan mano de narraciones de carácter etnográfico sobre la manera como se llevan a cabo las investigaciones científicas y los desarrollos tecnológicos dentro de los laboratorios, pero en el contexto social.

El objetivo general de los estudios sociales de la ciencia y la tecnología es poner en evidencia que las investigaciones científicas y el desarrollo de tecnologías no son prácticas que se efectúan al margen de los valores, intereses y conflictos sociales, políticos y culturales de la sociedad.

Aparecen entonces las historias de científicos y tecnólogos que nos cuentan el proceso de producción del conocimiento científico desde el momento en que los investigadores se plantean un problema o los tecnólogos desarrollan una aplicación (o un artefacto), incluidos los avatares políticos, sociales y epistemológicos de la investigación, hasta que se publican los resultados de su trabajo y sus efectos sobre la sociedad.

Por ejemplo, en 1991, el polémico antropólogo francés Bruno Latour viajó a Brasil para estudiar a un grupo de investigadores brasileños y franceses que investigaba los cambios de ecosistema en una zona de Boa Vista limítrofe con la selva tropical del Amazonas.

En lugar de levantar un reporte sobre los objetivos y protocolos de la investigación, su modelo teórico, las conclusiones, la publicación y el impacto editorial de la misma, Latour se involucró directamente en la exploración en el campo de trabajo para dar cuenta del laboratorio en acción, narrando las conversaciones del grupo de investigadores, las distintas maneras de evaluar la pertinencia de la investigación, sus diferentes perspectivas en virtud de las disciplinas a las que pertenecía cada uno de los participantes, los obstáculos para conseguir recursos, los constreñimientos o las ventajas de los instrumentos de trabajo.  El resultado se parece más a una crónica periodística que a un reporte científico. En su libro La esperanza de pandora Latour explica :

Con la ayuda de mi cámara, procuraré poner algún tipo de orden en la jungla de la práctica científica.

 Figura 2.1, libro de La esperanza de pandora, Bruno Latour.

Figura 2.1, libro de La esperanza de pandora, Bruno Latour.

A la izquierda de la figura 2.1 hay una amplia sabana. A la derecha, comienzan abruptamente los confines de una densa selva. Un lado es seco y está vacío, el otro es húmedo y bullente de vida, y aunque pudiera parecer que los creadores de este límite hayan sido los pobladores locales, nadie ha cultivado jamás estas tierras y ningún artificio ha trazado esta frontera, que se extiende a lo largo de cientos de kilómetros. Aunque la sabana sirve como pastizal para el ganado de algunos terratenientes, este lindero es el borde natural de la selva, no una divisoria establecida por mano humana.

(…)

¿De qué están hablando a tan temprana hora de esta mañana de octubre de 1991, tras haber conducido el jeep por pésimas carreteras hasta llegar a este lugar agreste que, desde hace ya muchos años, Edileusa ha dividido en secciones en las que ha ido observando las pautas de crecimiento de los árboles y la sociología y demografía de las plantas? Hablan del suelo y de la selva. Y precisamente por pertenecer a dos disciplinas muy diferentes, hablan de ambas cosas de muy distinta manera.

(…)

…nuestros amigos se enfrentan a un interesante conflicto cognitivo y disciplinar. Era fácil justificar una expedición para resolverlo in situ. El mundo entero está interesado en la selva del Amazonas. Las noticias que indican que el bosque de Boa Vista, en los límites de una densa zona tropical, avanza o retrocede, son de hecho interesantes para los hombres de negocios. Igualmente fácil ha sido justificar la mezcla del saber práctico de la botánica con el de la edafología en una misma expedición, pese a que esa combinación sea inhabitual.

(…)

Entre la arenosa sabana y la arcillosa selva, da la impresión de que una faja de terreno de unos veinte metros de anchura se asoma al lindero, del lado de la sabana. Esta banda de tierra es ambigua, más arcillosa que la sabana, pero menos de lo que debería en la jungla. Es como si la selva lanzara como una avanzadilla su propio suelo con el fin de crear condiciones favorables a su expansión. A menos que sea lo contrario, es decir, que la sabana esté degradando el mantillo del bosque como una forma de preparar su invasión de la selva. Ahora, de noche, en el restaurante, y gracias al peso de la evidencia, es posible calibrar la verosimilitud de los distintos escenarios sobre los que mis amigos discuten. Todos ellos se convierten en interpretaciones posibles de hechos que están sólidamente afianzados en la rejilla del edafocomparador.

(…)

¿Qué es lo que produce la banda de suelo arcilloso en la sabana, junto al lindero de la jungla? Desde luego, no la jungla misma, dado que esta banda se extiende veinte metros más allá de la sombra protectora y la nutritiva humedad de los árboles. Tampoco la sabana, de hecho, dado que, recordémoslo, siempre convierte la arcilla en arena ¿Cuál es la acción misteriosa y a distancia que prepara el suelo para acoger a la selva y asciende la pendiente termodinámica que continúa degradando la arcilla? ¿Y si las responsables fueran las lombrices? ¿Podrían ser ellas los agentes catalizadores de la edafogénesis?

Los estudios sociales de la ciencia se transformaron en un campo fértil de investigación y discusión que puso al día las tradicionales disputas de la teoría del conocimiento alrededor de la objetividad y los valores de la ciencia. Pero adicional y fundamentalmente, se enfocaron en la tarea de contextualizar las prácticas de investigación científica, sus relaciones armónicas o conflictivas con la sociedad, vale decir, con el dinero, la producción y los mercados, con la política, el poder y las instituciones del Estado, con los ciudadanos y las prácticas no científicas.

Como resultado, los estudios sociales de la ciencia generaron una diversidad de historias sobre las maneras de producir el conocimiento científico y tecnológico, sus instrumentos de trabajo, sus maneras de agrupar y excluir a los profesionales de la ciencia y a lo no científicos, sus impactos sobre la vida trascendental o menuda de la gente. Una visión menos unidimensional de la ciencia y las investigaciones científicas que ha facilitado también esta aproximación a la crónica, al storytelling, al uso de la narrativa para contar qué hacen los científicos, cómo y por qué lo hacen y qué efectos tiene sobre las sociedades.

En consecuencia, habría que admitir que la ciencia es también un quehacer cultural, vale decir, una actividad que produce signos y significados que tienen una impronta en la visión que la gente tiene de sí misma, del lugar donde vive y trabaja, de lo que consume y produce, de su presente y de la manera cómo imagina su futuro.  En fin, la ciencia y la tecnología forman parte de nuestra construcción cultural y nutren nuestro imaginario, la manera como nos relacionamos y comunicamos entre nosotros y con las cosas que nos rodean.

 Frankenfood

Frankenfood.

Por ejemplo, la narrativa instalada en la opinión pública hace 25 años bajo el título de Frankenfood  continúa afectando negativamente el imaginario y el debate de la biogenética y la producción de alimentos genéticamente modificados. En esa época, la biogenética era una disciplina oscura y mal comprendida que no desarrolló los esfuerzos adecuados para contestar los temores y las inquietudes de las audiencias no científicas. Al día de hoy, a pesar de que existe una abrumadora cantidad de información y consenso científico de que los GMOs (Genetically Modified Organisms) no afectan la salud y que sus impactos ambientales debe revisarse de manera casuística,  la polémica continúa encarnada, alimentando el fanatismo de los menos y las dudas de la mayoría.

Contar historias da sentido a los patrones que encontramos en nuestro entorno, funciona como un mecanismo evolutivo que nos permite transmitir a otros lo que aprendimos por la experiencia y es una forma de mantener el sentido de grupo porque nos ayuda a compartir emociones, ideas y valores.

 Del artículo de Mark Evans « The time for s torytelling is now »

Del artículo de Mark Evans « The time for s torytelling is now ».

Interrogado sobre la posibilidad del desarrollo de la inteligencia artificial, el famoso científico social e investigador de la cibernética Gregory Bateson respondió que una clara indicación de que estaríamos a punto de lograr vencer la diferencia entre la máquina y lo humano sería que, a una pregunta cerrada, la computadora empezara diciendo «eso me recuerda una historia…», en lugar de  contestar sí o no.

Es evidente que  la literatura, el teatro, el cine y las series de televisión son manifestaciones de este imperativo evolutivo que se refleja en nuestra fascinación por las historias. Pero también el deporte, que narra no sólo la acción del deportista  sino, sobre todo, las historias de superación de las limitaciones, la trama de conflictos contra los adversarios en la competencia, la amistad y la fidelidad al equipo, el suspenso hasta la victoria o la derrota. Por eso, la vida de los deportistas, dentro o fuera de la cancha, es tan atractiva y tiene tanta fuerza inspiradora entre tantas audiencias diferentes.

Las estrategias de storytelling son hoy tendencia dominante en la construcción de marcas, el mercadeo y la publicidad que dicen poco sobre el funcionamiento de un automóvil, las virtudes de un detergente o el sabor de una gaseosa. En cambio, nos relatan historias de padres felices que llevan a sus hijos a la escuela para hacer amigos y enfrentar sus temores, de conflictos de pareja que se evitan cuando la ropa queda olorosa y limpia, de romances que surgen en sitios remotos del planeta al calor de un sabor compartido.

Las marcas se definen por la experiencia que se proponen transmitir al usuario: el lujo, la originalidad, la solidaridad, la confianza, el sentido de pertenencia a cierto grupo o de libertad y autodeterminación, la posibilidad de hacer amigos, de inspirar o servir como ejemplo de superación.

Asimismo, la gerencia contemporánea se alinea con esta tendencia alentando la evaluación del entorno empresarial a través del intercambio de experiencias particulares entre los empleados, o de la recepción de anécdotas de los usuarios.  Y la cultura de innovación empresarial encuentra en el storytelling un modo de aprovechar el saber tácito que circula en estado volátil  ante las máquinas de café, en el comedor, los corredores y los ascensores de la oficina.

¿Qué ventajas tiene para la comunicación pública de la ciencia una estrategia basada en la construcción de narrativas y relatos?

Volvamos a insistir, un relato es, sin duda alguna, un discurso que produce conexiones cuyo poder reside en la capacidad de capturar experiencias complejas de manera relativamente sencilla, combinando argumentos, sentimientos, emociones e imágenes.

La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie sostiene que contar historias significa abrir nuevos mundos a los ojos de la gente, pero advierte sobre la perspectiva plana o simplista que nos da una historia cuando se reducen a través de ella, los matices de una vida o situación complejas. Los críticos del uso del storytelling en la comunicación pública de la ciencia suelen decir que los relatos crean una percepción de la ciencia más cercana a la magia (o la ficción) que a la dura, disciplinada y sistemática tarea de los investigadores, porque se centran en un estilo retórico basado en las emociones y los sentimientos, en el propósito de seducir al receptor del mensaje.

 Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana.

Chimamanda Ngozi Adichie, escritora nigeriana.

A la famosa historia de la manzana cabría agregarle la anécdota que refiere la respuesta de Newton cuando, siendo ya viejo y famoso, alguien preguntó cómo había descubierto la Ley de la Gravitación Universal: «pensando constantemente sobre el tema», dijo.

Contar historias con un estilo conversacional y atractivo no está reñido con el objetivo de que los relatos sean capaces de mostrar varias voces, varios puntos de vista.

Los investigadores deberían estar interesados en contar la historia de lo que hacen sobre la base de sus preguntas, fortalezas y propósitos, y en términos que promuevan el diálogo con los no científicos. Ha sido también Bruno Latour quien ha afirmado que la investigación científica será tanto más precisa, verificable y efectiva en cuanto más conectada esté con el resto de la sociedad. Esta trama puede conectarse con las historias y percepciones que la gente tiene de las investigaciones científicas y cómo creen ellos que afectan sus vidas. Los relatos facilitan la exposición de todo aquello que afecta la práctica científica: quiénes y cómo la financian, cuáles decisiones políticas las regulan, las obstaculizan o las hacen viables, cómo superan los científicos los retos de la investigación fuera y dentro del laboratorio.

Contar historias, en fin, buenas historias, es uno de los mejores recursos con los que cuenta un comunicador de la ciencia para empezar a establecer un diálogo respetuoso, y posiblemente eficiente, con los no científicos.  No en vano, la manzana de Newton, con todo y sus inexactitudes, sigue dando tantos frutos.

Para saber más:

  1. Gottsahll, J. (2013), The Sotrytelling Animal. How Stories Make Us Human. New York: Mariner Books.
  2. Latour, B. (2001), La esperanza de Pandora. Ensayos sobre la realidad de los estudios de la ciencia. Barcelona: Editorial Gedisa.
  3. Volpi, J. (2011), Leer la mente. El cerebro y el arte de ficción. México: Alfaguara.

 

2 Comentarios

  1. Calixto S.

    Interesante artículo.
    Estoy de acuerdo que contar historias es un recurso muy eficaz para comunicar ciencia. Basta con observar el mundo del entretenimiento, el cual se aferra a la misma base del storytelling. Conocer la vida del científico detrás de su descubrimiento, genera una mayor cercanía entre el lector y la ciencia, ya que la audiencia deja de lado sus prejuicios y entiende que existen protagonistas con nombres y apellidos detrás de aquella noticia sobre ciencia. Con una buena historia, puedes llegar a sentir parte del entusiasmo que llevó a los investigadores a realizar sus descubrimientos.
    Muchas gracias por compartir con nosotros este interesante análisis.
    Calixto S.

    Responder
    • eugenia este

      Hola Calixto S.

      Gracias por tus comentarios. Te invitamos a compartir las historias de ciencia y tecnología, y científicos, que hayas escrito o conozcas.
      Saludos
      Maria Eugenia Este

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