José Álvarez-Cornett
El dióxido de carbono es un gas de invernadero y, para entender el impacto de este gas en el cambio climático, es necesario comprender bien el ciclo de carbono en la naturaleza. Una parte importante de este ciclo es la captura o el secuestro del carbono, es decir, el proceso de remoción del carbono de la atmósfera y su posterior depósito en el subsuelo.
Los océanos son agentes muy importantes en el secuestro del carbono por lo que resulta fundamental conocer bien cómo juegan este papel. En la superficie de los océanos, el dióxido de carbono de la atmósfera interacciona con el agua para producir iones carbonato y bicarbonatos que luego pueden combinarse con otros elementos, por ejemplo, con el calcio disuelto en el agua para producir carbonato de calcio. La producción de carbonato de calcio se hace por medio de agentes intermedios como, por ejemplo, el plancton foraminífero que en su proceso de formación crea una concha o esqueleto interno (llamado testa) compuesto de carbonato de calcio. Las foraminíferas al morir descienden al fondo de los océanos para formar sedimentos ricos en carbonato de calcio.
Antiguamente, la popular tiza no era más que carbonato de calcio, el cual era extraído de un tipo de afloramiento llamado calizas: los sedimentos marinos cuando emergen a la superficie debido a los procesos tectónicos – por ejemplo, los famosos acantilados blancos de Dover, en Inglaterra – son llamados calizas y el mineral que los compone calcita (mineral formado por carbonato de calcio). Hoy día, la tiza es fabricada industrialmente con sulfato de calcio (yeso).
Debido a lo profundo del fondo marino y a las altas presiones existentes resulta difícil estudiar cómo opera el ciclo del carbono en el fondo de los océanos. En los océanos existen lugares muy profundos llamados las fosas oceánicas las cuales se presumen sean grandes sumideros de carbono; sin embargo, llegar a estos lugares es tecnológicamente muy difícil y complicado mas no imposible.
La más profunda de estas fosas se llama la Fosa de las Marianas, en el Océano Pacífico, cuyo punto más profundo es el abismo Challenger con 11.034 metros de profundidad y presión cercana a las 1.100 atmósferas (es decir, 1.100 veces mayores que la presión atmosférica en la superficie de la tierra). Este abismo ha sido visitado cuatro veces (en 1960, 1996, 2009 y 2012) pero sólo en dos ocasiones los submarinos iban piloteados por humanos. Hace 57 años, el 23 de enero de 1960, con el batiscafo Trieste, tripulado por Don Walsh (n. 1931) y Jacques Piccard (1932-2008), los humanos llegamos por primera vez al punto más profundo del océano en el planeta Tierra. Este lugar, peligroso por las altas presiones que allí reinan, fue visitado por el hombre por una segunda vez, el 26 de marzo de 2012, por el director de películas y explorador canadiense James Francis Cameron (n. 1954) en su vehículo de exploración profunda llamado Deepsea Challenger.
Otras fosas oceánicas importantes son la Fosa de Atacama (8.035 metros) entre Chile y Perú, la Fosa de Puerto Rico (9.700 metros), la Fosa de las Caimán (7.680 metros) en Cuba y muy cerca de las costas orientales de Venezuela también existe otra fosa marina de menor profundidad que se llama la Fosa de Cariaco (1.350 metros) la cual, si bien no está entre las fosas más profundas, es un lugar importante ya que está entre las mayores cuencas anóxicas — de muy baja concentración de oxígeno disuelto en el agua— del mundo (192 km de largo y 59 km de ancho). La Fosa de Cariaco es una localidad en el océano muy interesante ya que tiene la peculiaridad de ser una trampa para nutrientes, sitio de captura del dióxido de carbono, y también es una área de liberación de este compuesto. Por ello, como parte de un proyecto de investigación internacional, es utilizada como un laboratorio natural para estudiar la química de los procesos anaeróbicos.
El tema del secuestro del carbono en la naturaleza es apasionante. Por eso cuando hace unos años me llegó por Twitter un enlace a una noticia publicada por el portal en internet de un conocido periódico venezolano sobre este tema con el título: «Las fosas marinas influyen en el cambio climático», me dispuse de inmediato a leerlo. Para mi sorpresa, después de leer dos párrafos, me encontré con una porción del texto que no tenía ningún sentido. Decía:« Nuestro estudio muestra claramente que las fosas atrapan sedimentos y que, también, registran una gran actividad. Es decir, que las bacterias procesan más bacterias en las fosas que a 6.000 metros de profundidad en las llanuras abisales.» Entonces me dije: «Este tiene que ser otro error más en la traducción en español de noticias sobre ciencia originadas en idioma inglés. ¡Hasta cuándo!»
En efecto, le seguí la pista a la noticia en internet. Nuestro periódico local había tomado la noticia del portal de BBC Mundo la cual, a su vez, era una traducción de una noticia de BBC News. El texto original en inglés dice lo siguiente:
Our results very strongly suggest that the trenches do act as sediment traps. And they also had high activity, meaning that more carbon is turned over by bacteria in the trenches than is turned over at 6,000m of depth in the abyssal plain.
Por ello, la traducción correcta del texto subrayado arriba en español es:
Es decir, que más carbón es producido por las bacterias en las fosas [recordar que la fosa más profunda está a 11.034 metros de profundidad] que en las llanuras abisales a 6.000 metros de profundidad.
Los errores en la traducción en temas científicos en los medios de comunicación en español son frecuentes. Aquí, los hispanohablantes estamos en una gran desventaja frente a un mundo en donde la ciencia es comunicada principalmente en el idioma inglés.
Por ejemplo, otro curioso error no relacionado con el tema del secuestro de carbono pero ilustrativo del tipo de errores que se ven con frecuencia en las noticias científicas es uno que también me llegó por las redes sociales sobre unas supuestas «arañas que tejen oro». El mensaje por Twitter decía «Se acabó la pobre especie. Descubren araña gigante que teje oro». El mensaje llevaba a la entrada en un portal español con el título: «Descubren araña gigante que teje oro».
Se acabó la pobre especie RT @humbertomx: Descubren araña gigante que teje oro http://bit.ly/1K7YRk
— @gersonts (@gersonts) October 21, 2009
Como en esa ocasión a nadie le causó sospecha un titular tan claramente errado el cual era ciegamente retuiteado en las redes sociales como una gran novedad científica, me propuse resolver el misterio de estas arañas auríferas.
En efecto, la noticia explica que, en Madagascar, un grupo de científicos descubrió una nueva especie de araña de la familia de las Nephilidae que, vaya, afirman, es «tejedora de seda de oro» y citan como referencia a la revista de acceso abierto PLoS One.
Inmediatamente me dirigí a PLoS One para enterarme de la verdad. «Discovery of the Largest Orbweaving Spider Species: The Evolution of Gigantism in Nephila», es el título en inglés del artículo. En donde se explica que se conocen muchas especies de arañas (más de 41.000) y que cada año se incorporan entre 400 a 500 nuevas especies, pero que para algunos grupos raros, en particular, como la Nephila, la última especie encontrada ocurrió en el siglo XIX:
More than 41,000 spider species are known with about 400–500 added each year, but for some well-known groups, such as the giant golden orbweavers, Nephila, the last valid described species dates from the 19th century.
Y es de aquí, de la expresión ”giant golden orbweavers”, que desde España se redactó una noticia errónea sobre un tema científico. Las arañas de la especie Nephila son designadas en inglés orbweaver porque tejen sus telarañas en círculos (orb) y son de color doradas (golden). Estas arañas también se conocen como arañas de seda de oro debido al color dorado de la seda cuando esta refleja los rayos del sol pero no son arañas que tejen oro.
Los hispanoamericanos necesitamos crear una sociedad con una masa crítica de ciudadanos cultos en temas de ciencia y tecnología y realmente no ayuda que al ciudadano común le estén comunicando por las redes sociales una ciencia que o bien es algo incomprensible o que parece magia.
Por otra parte, al publicar para un público venezolano noticias sobre temas científicos realizados en el extranjero, es conveniente resaltar o hacer mención a las actividades locales relacionadas con el tema del artículo. Pero para eso debe existir un periodismo científico conocedor de la ciencia local y de su historia.
Así, por ejemplo, en el caso del artículo de las fosas marinas y el cambio climático, El Nacional Web de Venezuela perdió una oportunidad única de relacionar los estudios de un equipo internacional sobre las fosas marinas con una actividad similar que se hace en el país en unos de los proyectos de colaboración en ciencia más importantes y de mayor duración (se inició a fines de los años ochenta y se constituyó formalmente en 1995). Me refiero al proyecto internacional Cariaco que, en Venezuela, estudia un problema científico con características globales: el secuestro del carbono. Por cierto, aquí Cariaco tiene un significado adicional además de ser el nombre de la fosa es un acrónimo en inglés para el nombre del proyecto: CARIACO (Carbon Retention in a Colored Ocean) Traducción: Secuestro del carbono en un océano colorido.
¿Qué pudieran hacer las organizaciones interesadas en la promoción de la ciencia para que exista una mejor cobertura sobre temas científicos en los medios periodísticos venezolanos? Tal vez se pueden crear puestos rotativos de «periodistas en residencia» en nuestros centros de ciencia financiados por la banca, la industria de las telecomunicaciones, la industria de alimentos, la empresa privada asociada con el sector salud, y por los mismos medios de comunicación para ayudar a que el área de ciencia y tecnología tenga en Venezuela una mejor cobertura.
Traducir la prosa en inglés de la divulgación científica es un oficio arduo que presenta muchos retos y dilemas. Como lo explica, Joandomènec Ros, el traductor al español de los libros de Stephen Jay Gould y E. O. Wilson, entre otros. En su artículo «Reflexiones de un traductor científico sobre la grandeza y la servidumbre del oficio» (Panace@. Vol. VI, No. 19., Marzo, 2005), dice: http://bit.ly/hFU6AE
Se refieren éstas a los dilemas que se plantean a la hora de traducir autores que aderezan sus textos con guiños abundantes y diversos a referentes culturales de su entorno (que, por ello, no suele ser el del lector de la versión traducida); al hecho de que los textos científicos no permiten tanto como los literarios las versiones libres; a que requieren a menudo neologismos que tardarán todavía tiempo en ser aceptados por la Academia, y a las soluciones que se han adoptado en algunos casos concretos para verter algunos de tales neologismos o conservar juegos de palabras, double entendres y mensajes subliminales.
Es lamentable, por ejemplo, que en Venezuela, y en general en la región hispanohablante existan poquísimos periodistas cubriendo el tema de la ciencia y que nuestros científicos no se dediquen ellos mismos a divulgar más su trabajo. Si la gente de ciencia no es activista y defiende a la ciencia, en particular la que ellos mismos hacen, ¿entonces, quiénes lo van a hacer?
Sin una ciencia y tecnología robusta, sin una industria con un gran conglomerado de empresas de base tecnocientífica y sin una ciudadanía culta en temas de ciencia y tecnología, los latinoamericanos no tendremos una sociedad viable y de progreso en el siglo XXI.
José Álvarez-Cornett es Licenciado en Física (Universidad Central de Venezuela (UCV), 1981) con posgrados en Geociencias (Universidad de California, Berkeley) y Negocios (MBA, University of Southern California, 2000). Es geofísico petrolero, especializado en planificación estratégica y negocios Asia-Pacífico, estudió mandarín y cultura china en el Beijing Language and Cultural University (1992-1995). Ensayista, especialista en curaduría de contenidos – web information advisory – y estrategias de infoatención, profesor universitario (UCV) de historia de la ciencia y la tecnología, colaborador invitado en el Laboratorio de Historia de la Ciencia y la Tecnología del Centro de Estudios de la Ciencia del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) e investigador principal del Proyecto VES. Además de la historia de la ciencia y la tecnología, está interesado en la cultura y culinaria asiática, el desarrollo sostenible, la prospectiva tecnológica y los futuros personales. Está en Twitter: @Chegoyo
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