Arte, ciencia, naturaleza y el Nuevo Mundo. Primera: arte, ciencia, Nuevo Mundo y paisajismo

por | May 22, 2021 | HISTORIA DE LA CIENCIA | 0 Comentarios

José Álvarez-Cornett

Nuevo Mundo

Ilustración de Ada Peña

A los Zubizarreta Otero, con mucho cariño.

“The discovery of America, and that of a passage to the East Indies by the Cape of Good Hope, are the two greatest and most important events recorded in the history of mankind….”

Adam Smith, An Inquiry into the Nature and Wealth of Nations, 1776

[El descubrimiento de América, y el del paso a las Indias Orientales por el Cabo de Buena Esperanza, son los dos eventos más grandes e importantes registrados en la historia de la humanidad …]

 

Las imágenes relacionan al arte con la ciencia. Este ensayo «Arte, Ciencia, Naturaleza y el Nuevo Mundo» trata sobre esta relación en el contexto de la representación de la Naturaleza del Nuevo Mundo (1). Aquí, deseamos indagar cómo fue representado pictóricamente el continente americano desde el descubrimiento por Cristóbal Colón y durante las primeras quince décadas del encuentro entre dos mundos: Europa y América. Nuevos ojos admiraban tierras que eran desconocidas para el mundo antiguo, ¿cómo fue dibujada o representada la naturaleza americana?

En la primera parte de este ensayo se revisa el impacto del Nuevo Mundo en la cultura occidental —según Arturo Uslar Pietri, el Nuevo Mundo fue «la más grande experiencia de encuentro humano, trasculturación y creación de nuevas formas sociales»— y la relación entre el arte y la ciencia en los albores de la modernidad. En la segunda parte se exploran los orígenes de la pintura de paisajes, mientras que en la tercera parte, el objetivo central de este ensayo, se presentan los aspectos principales de las primeras representaciones pictóricas de la Naturaleza del Nuevo Mundo.

PRIMERA: Arte, ciencia, Nuevo Mundo y paisajismo

La influencia del Nuevo Mundo

El Nuevo Mundo ejerció una profunda influencia no solo en la economía y la política de los siglos XVI y XVII sino también en las humanidades, la ciencia y la técnica. Sin embargo, el impacto de la Quarta Orbis Pars otra forma de decir Nuevo Mundo (2) en la literatura y la filosofía tiende a ser mejor conocido que las consecuencias que tuvo el descubrimiento para la ciencia y la tecnología del Renacimiento y de la temprana modernidad.

Portada de la Carta de Amerigo Vespucci a Piero Solderini, 1504.

Desde la lectura de las cartas de Cristóbal Colón y Amerigo Vespucci y de la obra De orbe novo decades del italiano, establecido en Granada, España, Pedro Mártir de Anglería, el Nuevo Mundo comenzó a influir en el pensamiento europeo renacentista. Esta influencia se refleja en autores como Tomás Moro, autor de Utopía (1516) para el escritor Arturo Uslar Pietri «La raíz de la Utopía es América»; en Montaigne, véase sus Ensayos (1580), en especial, De los caníbales y Los carruajes; en el artista flamenco Jan van der Straet (1523-1605), conocido como Stradanus, y los grabados de su libro Nova reperta (hacia 1580); en Francis Bacon y La Nueva Atlántida (1610); o  en el mismo Shakespeare con La tempestad (hacia 1611) y su personaje Calibán.

Frontispicio de Nova Reperta, libro de grabados con ilustraciones de Jan van der Strae mostrando las invenciones del mundo moderno; los grabados fueron realizados por Phillippe Galle y Jan Collaert, y la impresión por Karel van Mallery, hacia 1580.

Entre los primeros textos escritos en el Nuevo Mundo también se encuentran la carta-relación del doctor Diego Álvarez Chanca, vecino de Sevilla y primer médico en América, escrita en 1494 para el Deán del Cabildo de la Catedral de Sevilla Juan Rodríguez de Fonseca. Álvarez Chanca acompañó a Colón en la flota de 17 navíos del segundo viaje colombino que salió de Cádiz, el 25 de septiembre de 1493, y fue uno de los primeros en escribir sobre el Nuevo Mundo, su gente, flora y fauna y sobre los aspectos geográficos y cartográficos de las islas. Como dato curioso, Álvarez Chanca ha sido señalado por la historiadora de la Universidad de Burgos, Adelaida Sagarra Gamazo, como el primer espía en América enviado por la Corte española, por intermedio de Juan Rodríguez de Fonseca, para vigilar a Colón.

Otra persona que también estuvo en ese segundo viaje colombino, pero quien además residió por varios años entre los indios taínos en la isla de La Española, fue el catalán Fray Ramón Pané quien, hacia 1498, escribió una relación que puede ser considerada como el primer tratado etnográfico redactado en América. Este texto inédito fue posteriormente incluido por Fernando Colón en un trabajo sobre la vida de su padre Cristóbal Colón el cual, lamentablemente, también quedó manuscrito (y, hoy, extraviado), pero, afortunadamente, una traducción del texto al italiano sí vio la imprenta, y está retraducida al catellano, hoy en día, se conoce con el título Escritura de Fray Román (Pane) del Orden de San Gerónimo (Capítulo LXI). El historiador colombiano Germán Arciniegas llamó a Pané nuestro primer antropólogo.

«En 1492, nos recuerda Uslar Pietriefectivamente, comienza un Nuevo Mundo, pero no solamente dentro del continente recién hallado, sino en toda la extensión del Viejo Mundo. En todos los cambios que ocurren en el siglo XVI en el pensamiento, en la economía y en la política, está presente el hecho americano. Se puede decir, con propiedad, que el descubrimiento de América hizo surgir un Nuevo Mundo en escala universal». 

Más adelante, el escritor Uslar Pietri añade otro certero comentario sobre lo que él denomina «el don americano de la papa». En el intercambio colombino nuestra humilde papa andina viajó de los Andes a Europa. Dice Uslar Pietri: «Sin la papa no hubiera podido crecer la población de Europa, ni hubiera habido obreros industriales para Manchester, ni soldados para Napoleón». 

Amerigo Vespucci despierta a América en su hamaca, grabado realizado por Galle en base a un dibujo de Jan van der Straet.

Nosotros aquí tampoco podemos olvidarnos del impacto que tuvo la plata americana en el comercio global, en especial aquella que se extrajo del Cerro Rico, en Potosí, en el Virreinato del Perú (hoy, Bolivia), posibilitando el intercambio de mercaderías entre el Imperio español con el resto de Europa y Asia y, también, cambiando la dinámica económica del Viejo Continente al producir riqueza rápida para muchos y ocasionar inflación en los mercados europeos (la revolución de los precios señalada por Earl J. Hamilton).

Además de la papa, varios otros productos naturales desconocidos en el Viejo Continente fueron llegando a las mesas europeas desde el Nuevo Mundo e incluso, algunos de ellos como el maíz y la papa fueron aclimatados y cultivados en Europa. Entre los frutos y vegetales que cruzaron el Océano Atlántico en las naos y carabelas hacia Europa están: el ají, aguacate, batata (papa dulce o camote), calabaza (también llamada auyama o zapallo), cacao, guanábana, guayaba, maní, maíz, marañón (cajú o merey), tabaco, tomate, piña, papaya (también conocida como lechosa), pasionaria (también llamada fruta de la pasión, maracuyá o parchita) y yuca, entre otros. Y como es sabido, en la dirección contraria también viajaron de Europa hacia las nuevas tierras americanas varios productos naturales como la caña de azúcar, cebolla, coliflor, lechuga, repollo y trigo y algunas frutas como la banana, higo, limón, melón, naranja, mango y, uvas, entre otras.

A la izquierda el frontispicio del libro de Monardes Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales y a la derecha una página del libro con una ilustración de la planta de tabaco.

Igualmente debemos recordar la influencia que tuvo el «oro verde americano», o sea, las plantas medicinales del Nuevo Mundo, en la salud de los europeos al proveer a la farmacia y la medicina, en Iberia y, en general, en todo el Viejo Continente, con nuevos remedios. Aquí, debemos destacar a una figura un tanto olvidada, un médico, comerciante y mercader, que nunca salió de España, llamado Nicolás Bautista Monardes (1493 – 1588) pero quien desde Sevilla aclimató a muchas plantas americanas, introdujo en Europa la flora americana y fue autor de una obra en varios tomos de gran influencia llamada Historia medicinal de las cosas que se traen de nuestras Indias Occidentales (1565- 1574). Obra que hace a Monardes el fundador de la farmacognosia, es decir, de la ciencia que estudia las drogas y los principios activos de origen natural. Esta obra tuvo una gran difusión en España y, prontamente, fue traducida al latín y al inglés. En Monardes coexistía la curiosidad científica con intereses médicos y mercantiles como se refleja en el artículo La farmacia, comercio y ciencia. Monardes y Hernández como ejemplo.

El debate de los Antiguos contra los Modernos

El descubrimiento de América impulsó a la modernidad. La cultura humanística española se arraigó en la América hispana produciendo un ambiente cultural mestizo de donde surgieron mentes como la del Inca Garcilaso de la Vega (nacido Gómez Suárez de Figueroa), quien se sentía indio entre los españoles y español entre los indios, autor de los Comentarios Reales y de La Florida del Inca, esta última puede ser considerada una obra de filosofía de la historia. Mientras que la obra del Inca Garcilaso se escribió en España, un peninsular como el licenciado en leyes Gonzalo Jiménez de Quesada, en el Virreinato de Nueva Granada (hoy, Colombia), redactó  una obra de gran originalidad literaria, enmarcada en la corriente del maneirismo, titulada Antijovio que ha sido considerada por el hispanista austríaco Viktor Frankl como la primera obra clásica de Hispanoamérica.

Los nuevos territorios, pueblos, plantas y animales encontrados y las nuevas constelaciones observadas en los cielos del hemisferio sur durante las expediciones transoceánicas de los portugueses y españoles eran aspectos novedosos desconocidos en Europa y que no estaban mencionados en los libros de los antiguos griegos y romanos (es decir, los Antiguos). Era una época de grandes descubrimientos realizados, primeramente, por portugueses en África — islas de Madeira (1419), islas de Azores (ca. 1427), Cabo Verde (1456-60), cruce del Cabo Bojador (1434) lo que permitió llegar luego al Golfo de Guinea (1473) y la navegación en el río Congo (1485-86), cruce del Cabo de Buena Esperanza (1487), llegada de Vasco de Gama a la India (1498), y, entre otros, el descubrimiento accidental de Brasil por Pedro Álvares Cabral (1500)— y, posteriormente, por los castellanos con el descubrimiento de las Antillas (1492-1498) y Tierra Firme (1498).

En 1531, el gran humanista español y teórico de la educación renacentista, nacido en Valencia, Juan Luis Vives, en la dedicatoria al rey Don João III de Portugal (Juan III, en español), en su obra De disciplinis, escribe: 

«Tus progenitores tuvieron la magnífica osadía de partir de Portugal para explorar nuevos mares, nuevas tierras, nuevos y desconocidos climas…..Nos han descubierto rutas del cielo y del mar nunca conocidas hasta ahora, ni siquiera de oídas; pueblos y naciones admirables por sus costumbres y sus barbaries, y también por aquellas riquezas que tanto admiran nuestras pasiones. Con estos prodigiosos descubrimientos, el orbe entero quedó abierto al género humano, de modo que nadie ignora tanto los acontecimientos como para pensar que los vagabundeos de los antiguos (cuya fama llegó al cielo) deben compararse con los viajes de estos viajeros, ya sea en la magnitud de sus viajes, o en las dificultades de sus rutas, o en sus relatos de condiciones de vida inauditas de las diversas naciones que nos dan un rudo golpe por sus diferencias con nosotros en apariencia, hábitos y costumbres».

Este mismo sentimiento lo expresa el matemático portugués y cosmógrafo real del mismo rey Juan III,  Pedro Nunes (1502-1578), en 1537, en su Tratado […] em defensam da carta de marear […] (Tratado…en defensa de la navegación), cuando escribe diciendo que:  «…Los portugueses osaron acometer al gran mar Océano. Entraron en él sin ningún recelo. Descubrieron nuevas islas, nuevas tierras, nuevos mares, nuevos pueblos y lo más importante, un nuevo cielo y nuevas estrellas… Y do fe que estos descubrimientos no se hicieron por casualidad, sino porque nuestros navegantes partieron bien entrenados y provistos de instrumentos y reglas de astrología [astronomía] y geometría, herramientas que los cosmógrafos deben conocer…».

Como resultado de todos estos viajes transoceánicos, la península Ibérica fue el lugar en Europa en donde por primera vez se sintió que los Modernos estaban superando a los Antiguos. En otras palabras, los descubrimientos de los portugueses y españoles habían comenzado a socavar la reputación y autoridad de los Antiguos. Así, el médico sefardí, naturalista y explorador portugués Garcia da Orta (ca. 1501-1568), en su obra Conversaciones sobre remedios simples y drogas de la India, pudo expresar lo siguiente: «Digo que se sabe mais em um día agora pelos Portugueses, do que se sabía em cem anos pelo Romanos»

Portada de la edición original de la obra Colóquios dos Simples e Drogas da Índia (Conversaciones sobre remedios simples y drogas de la India) de Garcia da Orta (Goa, 10 de Abril de 1563).

Por supuesto, esta tensión entre Antiguos y Modernos también se encuentra en autores españoles. Por ejemplo, en la obra del escribano, funcionario fiscal y administrador, historiador, etnógrafo, colonizador, con el grado de Capitán, y, también, comerciante Gonzalo Fernández de Oviedo (Madrid, España, 1478 – Santo Domingo, isla La Española, 1557) quien fue el primer cronista e historiador natural de las Indias. Según Antonello Gerbi, Oviedo fue «el historiador paciente, minucioso y juicioso de la naturaleza física de América».  

Fernández de Oviedo nació en el seno de una familia hidalga, se crió en la corte de los Reyes Católicos y realizó una formación parcialmente autodidacta que completó con una estadía de varios años en Italia (Génova, Milán —en donde, en la corte del Duque de Milán Ludovico Sforza, conoció a Leonardo da Vinci—, Mantua, Roma y Nápoles). Desde muy joven manifestó su vocación de escritor y aunque más tarde Oviedo recibió un grado militar no fue un hombre de armas sino más bien un vecino del Nuevo Mundo: de Castilla de Oro (hoy parte de Panamá y Colombia), en donde ejerció como Regidor Perpetuo, y de la isla La Española (hoy, República Dominicana) en donde ejerció como alcalde de Santo Domingo desde 1533 hasta su muerte en 1557. 

Entre sus trabajos más importantes están Oviedo, De la natural historia de las Indias, obra mejor conocida con el título Sumario de la natural historia de las Indias (Toledo, 1526) y la Historia general y natural de las Indias, islas y tierra firme del mar océano (HGN), en tres volúmenes de los cuales solo el primer volumen se publicó en la vida de su autor, en Sevilla, en 1535, y editado de nuevo con pocos cambios, en Salamanca, en 1547. La HGN completa solo se publicó en el siglo XIX (entre 1851 y 1855).

Portada de la edición original de Oviedo, De la natural historia de las Indias.

El Sumario fue escrito, en 1526, especialmente para el rey Carlos I de España (y emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano) para darle al emperador una visión de lo que acontecía en el Nuevo Mundo. Al inicio del Sumario, Fernández de Oviedo anuncia sus objetivos: «E primeramente trataré del camino y navegación, y tras aquesto diré de la manera de gente que en aquellas partes habitan; y tras esto, de los animales terrestres y de las aves y de los ríos y fuentes y mares y pescados, y de las plantas y yerbas y cosas que produce la tierra, y de algunos ritos y ceremonias de aquellas gentes salvajes».

Posteriormente, en 1532, el rey Carlos I le encargó formalmente a Fernández de Oviedo «escribir las cosas de Indias» y le asignó un sueldo anual de 30.000 maravedíes, lo que convierte a Oviedo en uno de los primeros cronistas oficiales del Nuevo Mundo, aunque sin tener el título oficial de Cronista de Indias, ya que este cargo solo fue creado años después durante el reinado de Felipe II y, para ese entonces, el cargo implicaba otras responsabilidades adicionales.

Aunque la obra de Fernández de Oviedo se apoya en la filosofía natural aristotélica y los modelos clásicos, en particular, en la obra de Plinio, el Viejo, Naturalis historia (77 d. de C.), tanto en el Sumario como en la HGN se percibe una tensión entre la autoridad de la tradición, representada por los textos de los Antiguos como la referida obra de Plinio, y la experiencia, representada por la observación directa mediante los sentidos, la evidencia empírica y el análisis in situ de la naturaleza. 

Al inicio de su  HGN (Tomo I), Fernández de Oviedo enfatiza su enfoque empírico:

«Todos estos libros están divididos, según el género y calidad de las materias por donde discurren; las cuales no he sacado de dos mil millares de volúmenes que haya leído, como en el lugar suso alegado [el ya citado] Plinio escribe, en lo cual parece que él dijo lo que leyó;….pero yo acumulé todo lo que aquí escribo de dos mil millones de trabajos y necesidades y peligros en veintidós años y más que ha que veo y experimento [es decir, que he visto y experimentado] por mi persona estas cosas, sirviendo a Dios y a mi rey en estas Indias, y habiendo ocho veces pasado el grande mar Oceáno».

Fernández de Oviedo no siempre pudo ser testigo presencial de todo lo que relató en su obra. Pero cuando tuvo que escribir sobre lo que no había visto, aplicó técnicas de procedimientos judiciales de la época para cruzar y validar la información de varias fuentes. En su HGN (Tomo I) refiere lo siguiente:

«..no escribo de autoridad de algún historiador o poeta, sino como testigo de vista, en la mayor parte, de cuanto aquí tratare; y lo que yo no hubiere visto, direlo por relación de personas fidedignas, no dando en cosa alguna crédito a un solo testigo, sino a muchos, en aquellas cosas que por mi persona no hubiere experimentado. Y direlas de la manera que las entendí, y de quién; por que tengo cédulas y mandamientos de la Cesárea Majestad para que todos sus gobernadores y justicias y oficiales de todas las Indias me den aviso y relación verdadera de todo lo que fuere digno de historia, por testimonios auténticos, firmados de sus nombres y signados de escribanos públicos, de manera que hagan fe».

Y en otra parte, cuando describe sobre cómo hacen los indígenas para encender fuego sin usar piedras utilizando usando madera, señala: «¿Mas para qué quiero yo traer autoridades de los antiguos en las cosas que yo he visto, ni en las que natura enseña a todos y se ve cada día?».

Utilizando un esquema geográfico para organizar la información que ha recabado, tanto en su Sumario como en la HGN, Fernández de Oviedo presenta una descripción geográfica y etnográfica y minuciosamente describe la novedad de la flora y fauna americana, especialmente de las Antillas, y sus usos por los indígenas americanos, dedica un espacio al uso de las plantas medicinales y también describe la adaptación de las plantas del Viejo Continente trasplantadas a la isla La Española. Fernández de Oviedo, a la vez que narra los episodios de descubrimiento y conquista, busca igualmente aprehender o capturar la experiencia sobre la naturaleza acumulada por los indígenas americanos. Todas estas obras de Fernández de Oviedo incluyen ilustraciones o grabados de plantas, animales y varios elementos etnográficos los cuales serán comentados en la tercera parte de este ensayo.

Una copia del Sumario fue llevada inmediatamente a Italia, por el embajador veneciano en la corte de Carlos I, Andrea Navagero, y traducida al italiano por Giambattista Ramusio y publicada, en Venecia, en 1534. Así la obra de Oviedo pudo participar en las discusiones en los círculos científicos italianos relacionados con Girolamo Fracastori y Pietro Bembo. Posteriormente, el Sumario fue traducido al francés (1545) y al inglés (1555). El Sumario fue nuevamente publicado en italiano en 1556 junto con la traducción a este idioma de la primera parte de la HGN. Por otra parte, en 1555, la primera parte de HGN fue publicada en inglés (traducida por Richard Eden) y en francés (traducida por Jean Poleur ).

La mentalidad europea estaba cambiando en buena medida debido al encuentro con las realidades novedosas percibidas y captadas en el Nuevo Mundo. Aunque, no obstante, debemos señalar que en este cambio de mentalidad también jugaron un papel importante otros desarrollos culturales.  Entre ellos, podemos mencionar (I) El comercio de mercaderías mundanas y de curiosidades, como los objetos naturales los cuales, convertidos en mercancías —naturalia— , pululaban en los gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas (llamados kunstkammer o wunderkammer) europeos junto con los objetos artificiales —artificialia— como las pinturas y grabados, y otros objetos que representan el conocimiento humano —instrumenta— como los instrumentos científicos; (II) El aumento del consumo urbano durante el Renacimiento, incluyendo la compra y venta de cuadros, grabados y objetos o cosas naturales como plantas exóticas y plantas, hierbas y raíces medicinales; (III) La economía de regalos (gift economy); (IV) El mecenazgo de la nobleza hacia los artistas, ingenieros y filósofos naturales; y (V) La cooperación entre artesanos y filósofos naturales la cual, anteriormente, ocurría escasamente. 

El elefante blanco Hanno dibujado por un artista del taller de Rafael, hacia 1516, en la colección del Kupferstichkabinett, Museos Nacionales de Berlín. El fresco realizado por Rafael cuando el elefante falleció, dos años después de haber llegado, se ha perdido. Fuente: Wikipedia

Un ejemplo de la economía de regalos son los animales diplomáticos como el elefante asiático blanco (Elephas maximus), llamado Hanno, que fue enviado, en 1514, por el rey Don Manuel I de Portugal al papa León X o el rinoceronte de la India (Rhinoceros unicornis) enviado, en 1515, a Lisboa por el gobernador de la India portuguesa Alfonso d’Albuquerque como un obsequio para el rey Don Manuel I, y quien, a su vez, se lo regaló al papa León X;

Grabado de Durero del Rinoceronte obsequiado al papa León X, 1515. Fuente: Wikipedia.

Ambos animales diplomáticos fueron celebrados por poetas y pintores una muestra es el grabado del rinoceronte realizado por el pintor alemán Albrecht Dürer (1471-1528) (en español, Alberto Durero), aunque él mismo Durero nunca llegó a ver a este animal (3). La influencia de esta imagen en Europa fue tan grande que por varias centurias se pensó que la imagen ‘real’ de un rinoceronte era la representación pictórica realizada por Durero. Aunque el rinoceronte indio no llegó a ser convertido en mercancía, el grabado del rinoceronte realizado por Durero, como una imitación de la naturaleza, despertó mucha curiosidad, tuvo una gran difusión y fue comercializado en toda Europa convirtiéndose en una de las primeras relaciones entre el arte y la descripción de la Naturaleza en la temprana modernidad.

La importancia del Nuevo Mundo para la ciencia

El impacto del Nuevo Mundo en la ciencia no fue menor. La expansión ibérica impulsó el desarrollo  disciplinas como la navegación, la cartografía, la cosmografía, la filosofía natural y la historia natural.

Además, al estar expuestos a tantas cosas novedosas, el encuentro con estas nuevas realidades obligó a los ibéricos a cuestionar el escolasticismo y a desarrollar mecanismos para la observación empírica del Nuevo Mundo. 

La corona portuguesa y el imperio español tuvieron que recolectar, organizar, evaluar y diseminar la información sobre el mundo natural de las Indias (orientales y occidentales) y controlar a distancia los territorios conquistados. Esto requirió crear nuevas instituciones para estudiar los saberes teóricos, fijar las reglas para el manejo de los saberes prácticos (sobre todo en navegación y cartografía) y para clasificar y archivar toda la copiosa información recibida de las Indias. En Portugal, inicialmente,  la institución creada fue la Casa da Guiné e Mina (fundada en 1443) que luego, en 1503, fue incorporada y fusionada con la Casa da India la cual había sido creada en 1500. En España, esta nueva entidad organizativa y de control fue la reputada Casa de Contratación de Indias, creada por decreto real, en Sevilla, en 1503, en imitación o usando como modelo a las instituciones lusitanas antes mencionadas.

Aunque originalmente fue pensada como una casa de comercio, la Casa de Contratación puede ser considerada hoy como una de las primeras instituciones científicas creadas en Europa. Para el historiador y profesor en Colgate University, EE. UU., Antonio Barrera-Osorio, la Casa de Contratación fue una verdadera cámara de conocimiento (a chamber of knowledge) que agrupó a una comunidad de expertos y sirvió como un centro para el manejo (recolección, organización, clasificación y validación) de la información proveniente del Nuevo Mundo. Según este historiador, el aporte principal de España a la historia de la ciencia durante el siglo XVI, en los albores de la llamada Revolución Científica, consistió en la creación e institucionalización de las prácticas empíricas para el estudio de la Naturaleza americana.

Por otra parte, la aceptación de la existencia de un nuevo continente americano, completamente separado del continente asiático, tardó mucho tiempo en interiorizarse en las mentes europeas. Ni las cartas de Colón y Vespucci sobre sus viajes atlánticos, ni la relación de 1494 al Deán del Cabildo de la Catedral de Sevilla del doctor Diego Álvarez Chanca, ni la obra de Gonzálo Fernández de Oviedo, ni las incontables relaciones del descubrimiento de nuevos territorios que extendían los límites del mundo conocido por los europeos publicadas en las primeras ocho décadas del siglo XVI, lograron hacer que la mentalidad europea incorporara definitivamente al nuevo continente y a su población indígena en su concepto del mundo conocido.

Pero esta situación comenzó a cambiar con la publicación, en Sevilla, en 1590, de la obra Historia natural y moral de las Indias: en que se tratan las cosas notables del cielo y elementos, metales, plantas, y animales dellas y los ritos, y ceremonias, leyes y gobierno, y guerras de los indios del padre jesuita, antropólogo y naturalista, y pionero de la geociencias en América, José de Acosta, S.J. quien escribió su libro después de una estadía de más de 15 años en el Nuevo Mundo iniciada, en 1571, con una breve estancia en Panamá y, luego, prolongada con residencias en el Virreinato del Perú y, entre 1586 y 1587, en Nueva España, regresándose a Madrid en 1587.

En esta obra, José de Acosta hace una valoración de la realidad americana en relación a la interacción del hombre con la naturaleza y hace ver que los aborígenes americanos son parte del género humano «formado por entes naturales dotados no solo de alma intuitiva, sensitiva, y racional, sino de alma inmortal,..». En su libro, Acosta propone que los aborígenes americanos pudieron haber poblado el continente Americano desde el norte de Asia. En su Historia natural y moral de las Indias, Acosta también describe la geografía y la cultura de Hispanoamérica, observa y analiza una serie de fenómenos naturales como terremotos, volcanes, mareas, corrientes y fenómenos meteorológicos (entre ellos, el clima de las regiones tropicales y el soroche o mal de las alturas en los Andes). 

En definitiva, es la obra de Acosta la que facilitó integrar a América en la historia universal al lograr incorporar al continente americano en la visión de mundo de la intelectualidad europea. Dicha obra recibió amplia difusión en Europa fue traducida a la mayoría de las lenguas europeas (italiano, 1596; francés, neerlandés y alemán, 1598; en latín 1601, y en inglés 1604). Según el profesor de Literatura Jaime Marroquín Arredondo, la Historia natural y moral de las Indias de José de Acosta, «precede como modelo genérico, programático y filosófico a la célebre obra Cosmos, de Alexander von Humboldt (1845)». 

A mediados del siglo XX, la historia de la ciencia no consideraba al Nuevo Mundo ni al comercio como algo importante de estudiar para entender las transformaciones que experimentó la filosofía natural hacia mediados del siglo XVI y durante el siglo XVII. ¿Por qué? Esto se debió a que la narrativa canónica de la historia de la ciencia estuvo entonces dominada por las ideas historiográficas de quienes inventaron y desarrollaron la categoría historiográfica llamada «Revolución Científica» (entre ellos,  Alexander Koyré, Herbert Butterfield, Marie Boas y Rupert Hall). Para estos historiadores, especialmente Koyré, los cambios en la filosofía natural fueron una revolución en las teorías en física y astronomía. Estos historiadores basaron sus presupuestos historiográficos en el papel protagónico de la física, la astronomía, la matematización del estudio de la naturaleza y en las acciones de grandes personalidades estas disciplinas como Nicolás Copérnico, Galileo Galilei, Johannes Kepler, Isaac Newton y Robert Boyle, entre otros, incluyendo, también, a algunos médicos como William Harvey.  

En esta perspectiva historiográfica no hay cabida, como impulsores de las transformaciones del conocimiento científico que ocurrió durante  la temprana modernidad, para otros aspectos que, hoy en día, y desde finales del siglo XX, son también considerados importantes, como el descubrimiento del Nuevo Mundo, el comercio, el humanismo español representado por las obras y autores que hemos aquí mencionado:  Inca Garcilaso de la Vega, Gonzalo Jiménez de Quesada, Juan Luis Vives, Monardes, Fernández de Oviedo, José de Acosta, y muchos otros que no hemos mencionado como Francisco de Vitoria, Juan de Matienzo y Francisco López de Gómara, la representación artística del mundo natural, los artesanos y la fabricación de instrumentos científicos, la historia natural, la farmacología, la cartografía, la cosmografía, la navegación transoceánica, la antropología y etnología, áreas estas en donde los ibéricos jugaron un papel muy destacado a lo largo del siglo XVI y las primeras décadas del siglo XVII.

La visión del siglo XXI sobre el desarrollo de la ciencia en la temprana modernidad ha venido cambiado en gran parte debido a las investigaciones de historiadores como Antonio Barrera-Osorio, Jorge Cañizares-Esguerra, María Portuondo, José Tomás Pardo, y Antonio Sánchez Martínez, entre otros. En un artículo sobre Fernández de Oviedo (véase al final), Jaime Marroquín Arredondo, considera al Sumario y la HGN «como ejemplos de la transición epistemológica del escolasticismo al humanismo y los inicios de la ciencia natural en la llamada modernidad temprana». 

Fue, refiere Marroquín Arredondo, «mediante la historia natural que Occidente se dio a la tarea de purificar, verificar empíricamente y reclasificar el conocimiento de la naturaleza del Viejo Mundo, así como a la obtención y traducción del vasto conocimiento indígena de la naturaleza americana. La historia natural se transformaría gradualmente en sostén empírico y retórico de la filosofía natural aristotélico-tomista. Los comienzos de la ciencia natural son, en parte, un sofisticado ejercicio retórico de traducción y reclasificación cultural del conocimiento indígena americano. Las ciencias naturales y sociales poseen evidentes y poco conocidos orígenes epistemológicos y metodológicos comunes en la historiografía de Indias…las llamadas crónicas de Indias se dirigieron a obtener e incorporar el conocimiento sobre el llamado Nuevo Mundo a la filosofía natural y las ciencias de Occidente, desde la cosmovisión aristotélico-tomista…Los modelos historiográficos de la Antigüedad, rescatados y actualizados por los humanistas del Renacimiento, se vieron desbordados por el intento de incorporar el incontenible caudal de conocimiento e información proveniente de las Indias a las ciencias y la filosofía natural de Occidente».

Convertidas en mercancías mediante el comercio, las novedades del Nuevo Mundo y de las Indias Orientales despertaban en los europeos la curiosidad y el sentido de lo maravilloso, a la vez que estas novedades se convertían en objetos práctico o utilitarios como el guayacán para paliar los síntomas de la sífilis; este fue presentado por Oviedo como Del árbol llamado guayacan, con que se cura el mal de las búas.  

Algunos artistas como Durero, como ya vimos con el caso del rinoceronte, aprovecharon todas estas oportunidades comerciales. En los siglos XVI y XVII, la representación artística de la naturaleza se hizo una moda en Flandes (los Países Bajos) y dio impulso a la pintura de paisajes. La historia de la Revolución Científica se transforma cuando se incluye todo lo que significó el impacto de las novedades del Nuevo Mundo, el comercio, en especial, de los productos naturales y las representaciones artísticas de la naturaleza, y la participación de los artesanos en el desarrollo de las nuevas tecnologías. Igualmente, al incluir la influencia del comercio global en el arte también cambia la historia de lo que hoy conocemos como el Renacimiento (véase, por ejemplo, Wordly Goods. A New History of the Renaissance de Lisa Jardine, 1996).

Ciencia y la representación visual

Por otra parte, la representación visual también jugó un papel central en el desarrollo de la ciencia, ya mencionamos el caso del grabado del rinoceronte de Durero. Para el historiador Antonio Sánchez Martínez la representación visual «gozó en la temprana cultura moderna europea de un prestigio inédito. Las nuevas imágenes descriptivas de la naturaleza, del sujeto o del espacio irrumpieron desde la vida cotidiana hasta la corte como fenómenos explicativos y persuasivos donde la imagen se presentaba como evidencia empírica».

La necesidad de una estrecha relación entre el arte y la ciencia y la importancia del arte para hacer visible el conocimiento de la naturaleza se pueden apreciar bien en la siguiente cita tomada de la HGN (Tomo I, 1535; texto citado en el castellano del siglo XVI) de Fernández de Oviedo quien, ante la dificultad de poder describir con palabras la naturaleza que está observando al aparecer Oviedo estaba mirando a un tipo de cactus que los españoles llamaban el árbol de las soldaduras, deseaba poder tener a su lado a un gran pintor como a los que él había conocido en su estancia en Italia:

«Y haré principio en un árbol que en la verdad ni yo le sé el nombre que los indios le dan en esta isla ni en las otras, ni en la Tierra-Firme, donde en cada parte se nombra en diferenciada manera por la gran diferencia é moltitud de las lenguas que en estas Indias hay: ni aun tampoco sé si le sabré dar á entender tan bien, como yo querria, por la grande desconviniencia é figura que tiene con todos los otros árboles. Y es tanta, que no me sé determinar si es árbol o monstruo entre árboles; pero como yo supiere, diré lo que dél he comprendido, remitiéndome á quien mejor lo sepa pintar o dar á entender, porque es más para verle pintado de mano de [se refiere a Pedro o a su hijo Alonso] Berruguete ú otro excelente pintor como él, o aquel Leonardo de Vince, o Andrea Manteña [Andrea Mantegna], famosos pintores que yo conocí en Italia, que no para darle a entender con palabras. E muy mejor que todo esto es para visto que escripto ni pintado». 

«En los albores de la revolución moderna de las ciencias continúa diciendo el historiador de la ciencia Sánchez Martínezla generación del conocimiento estaba íntimamente ligada a la producción de imágenes. Fue en la representación donde el arte y la ciencia mantuvieron una constante relación de reciprocidad. La representación visual gozó de un gran prestigio como medio de explicación en disciplinas matemático-geométricas [y también en las ciencias naturales] donde la imagen formaba parte de la evidencia empírica. La cartografía [por ejemplo] se desarrolló como un conocimiento espacial vinculado a los valores de la cultura visual renacentista en la era de los descubrimientos, de manera que la geografía, mediante la representación, se unió a la revolución de las ciencias».

Sin embargo, a pesar de la inmensa influencia ejercida por el encuentro con las tierras americanas en la mentalidad europea y de la importancia que en ello tuvieron las imágenes, casi ninguno de los grandes pintores europeos se sintieron motivados a visitar el Nuevo Mundo para observar esta maravillosa y novedosa geografía y para representar a la naturaleza americana y sus paisajes. Aunque la llegada del siglo XIX cambió esta situación.

Mas, como veremos más adelante, en la segunda parte, el mundo natural americano sí fue representado desde las primeras décadas del encuentro entre Europa y América. Y este ensayo, sin pretensión alguna de ser exhaustivos, presentará, en la tercera parte, una breve relación de las representaciones tempranas de la Naturaleza americana.

Avance noticioso

Aunque las primeras representaciones pictóricas de la naturaleza de la América hispana son creaciones mestizas, los primeros artistas en pintar los paisajes de las tierras americanas fueron pintores nacidos en los Países Bajos. ¿Cómo sucedió esto? ¿Cuáles fueron las circunstancias políticas que hicieron que esto fuese posible? ¿Quiénes fueron estos artistas flamencos? Todo esto será discutido en la tercera parte de este ensayo después de considerar aspectos varios sobre la historia del paisaje en la pintura occidental que será el tema de la segunda parte de este trabajo la cual hemos titulado: Los orígenes de la pintura de paisajes.

NOTAS

(1) Este artículo deriva de las exploraciones realizadas en un proyecto en progreso titulado Buscando a la «máquina» en el paisaje tropical venezolano. Un primer trabajo, titulado Vista de Maiquetía. La máquina en el arte venezolano del ochocientos, fue publicado en Papel Literario de El Nacional, 21 de marzo 2021. Una ponencia con el título Searching for the “Machine” in the Venezuelan Tropical Landscape será presentada en el simposio Landscape Art of the Americas: Sites of Human Intervention Across the 19th Century, Bogotá, 14 al 26 de mayo de 2021.

(2) Durante la Edad Media, el mundo conocido se representaba con una clase de mapamundis llamados Orbis Terrarum (también llamados mapas de T en O), en los cuales se presentaba al mundo dividido en tres partes: Asia, Europa y África. Por supuesto, la intelectualidad europea no tenía conocimiento del continente americano, que luego fue llamado por los académicos la cuarta parte o Quarta Orbis Pars, y de sus gentes y, por ello, este no aparecía en estos mapamundis. 

(3) Se piensa que un impresor y traductor de origen alemán, nacido en Moravia pero radicado en Lisboa, de nombre Valentim Fernandes fue quien pudo haber remitido, a la ciudad de Nuremberg, un carta con una descripción y un boceto del animal. Basado en esta descripción y el boceto, Durero realizó en su xilografía (grabado en planchas de madera) del rinoceronte dando a entender que él mismo había visto al animal.

PARA SABER MÁS

Sobre querella de los antiguos versus los modernos, véase:

Maravall, José Antonio: Antiguos y modernos. La idea de progreso en el desarrollo inicial de una sociedad, Madrid: Alianza Editorial, 1966. López Soria, José Ignacio: Antiguos y Modernos en Historia natural y moral de las Indias de José de Acosta, Pontificia Universidad Católica del Perú 2017.

Sobre el impacto del Nuevo Mundo, véase:

Las secciones III (Nuevo Mundo) y V (Mestizaje) del libro de Arturo Uslar Pietri, Medio milenio de Venezuela, Monte Ávila Editores, 2da edición, 1992.

Elliot, John Huxtable: The Old World and The New, 1492-1650, Cambridge: Cambridge University Press, 1970 (existe traducción al castellano, El Viejo Mundo y el Nuevo, 1492-1650, John H. Elliot, Madrid: Alianza Editorial, 1972).

Gerbi, Antonello: La disputa del Nuevo Mundo: historia de una polémica, 1750-1900, México: Fondo de cultura Económica, 1960 (original en italiano, La Disputa del Nuovo Mondo, Milan, 1956).

O’Gorman, Edmundo: La invención de América, México: Fondo de Cultura Económica, Cuarta edición (Biblioteca Universitaria de Bolsillo), 2006. Ryan, Michael T.: Assimilating New Worlds in the Sixteenth and Seventeenth Centuries, Comparative Studies in Society and History, Vol. 23, No. 4 (Oct., 1981), pp. 519-538.

Sobre Garcia da Orta y su obra, véase:

Da Orta, Garcia: Colóquios dos simples e drogas da Índia, (Goa, 1563), Vol. 1, Lisboa: Imprensa Nacional, 1891, p. 283. Pimentel, Juan & Soler, Isabel: Painting Naked Truth: The Coloquios of Garcia da Orta (1563), Journal of Early Modern History, Vol. 18, 2014, pp. 101-120.

Sobre Fernández de Oviedo y  Monardes, véase:

Pardo Tomás, José: El tesoro natural de América. Oviedo, Monardes, Hernández. Colonialismo y ciencia en el siglo XVI, Madrid: Nivola, 2002.

Marroquín Arredondo, Jaime: Sensual abuela: la historiografía de Gonzalo Fernández de Oviedo en los orígenes de la ciencia moderna, 2015.

Cobo Borda, Juan Gustavo: El Sumario de Gonzalo Fernández de Oviedo, 2009.

Sobre las relaciones de Álvarez Chanca y Fray Ramón Pané, véase:

Relación acerca de las antigüedades de los indios (1494-1496) de Fray Ramón Pané Carta del Dr. Diego Álvarez Chanca al Cabildo de Sevilla Diego Álvarez Chanca: primer espía en América

Sobre José de Acosta, véase:

Historia natural y moral de las Indias, José de Acosta, 1590.

López Soria, José Ignacio: Antiguos y Modernos en Historia natural y moral de las Indias de José de Acosta, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2017.

Sobre la participación de Iberia en la ciencia en la modernidad temprana, véase:

Barrera-Osorio, Antonio: Experiencing Nature: The Spanish American Empire and the Early Scientific Revolution, Texas: University of Texas Press, 2006.

Cañizares-Esguerra, Jorge: Iberian Science in the Renaissance: Ignored How Much Longer? 2004.

Cañizares-Esguerra, Jorge: Nature, Empire and Nation. Explorations of the History of Science in the Ibearian World, Stanford, California: Stanford University Press, 2006.

Nieto Olarte, Mauricio: Ciencia, imperio, modernidad y eurocentrismo: el mundo atlántico del siglo XVI y la comprensión del Nuevo Mundo, 2008.

Portuondo, María M.: Secret Science: Spanish Cosmography and the New World, Chicago: University of Chicago Press, 2009.

Sánchez Martínez, Antonio: Representación por imitación: el renacimiento de la ‘Geographia’ de Ptolomeo y las pinturas del mundo conocido. Llull: Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas 34.74, 2011, pp. 391-418.

Sobre la relación entre ciencia, arte y el mundo natural se puede leer a: Smith, Pamela H. & Findlen, Paula: Commerce and the Representation of Nature in Art and Science; y Long, Pamela O.: Objects of art, objects of nature: visual representation and the investigation of nature. Ambos trabajos están incluidos en el libro SMITH, Pamela H. y FINDLEN, Paula (edits.). Merchants & Marvels. Commerce, Science, and Art in Early Modern Europe. NewYork/London: Routledge (2002).

Ver también, Pyle, Cynthia M.: Art as science: scientific illustration, 1490–1670 in drawing, woodcut and copper plate. Endeavour 24.2 (2000): 69-75. doi:10.1016/s0160-9327(99)01262-4

Sobre la ciencia y el comercio en la Edad de Oro neerlandesa, véase:

Cook, Harlod J.: Matters of Exchange. Commerce, Medicine, and Science in the Dutch Golden Age, New Haven & London: Yale University Press, 2007.

La historia de los animales diplomáticos es presentada en: Bedini, Silvano: The Pope’s Elephant, Carcanet Press, 1997.

Recordamos que el escritor portugués José Saramago celebró el periplo del elefante en su novela histórica El viaje del elefante, 2008.

Sobre el rinoceronte diplomático, véase el artículo antes mencionado de Pamela Smith y Paula Findlen.

 

José Álvarez-Cornett es Licenciado en Física (Universidad Central de Venezuela (UCV), 1981) con posgrados en Geociencias (Universidad de California, Berkeley) y Negocios (MBA, University of Southern California, 2000). Es geofísico petrolero, especializado en planificación estratégica y negocios Asia-Pacífico, estudió mandarín y cultura china en el Beijing Language and Cultural University (1992-1995). Ensayista, especialista en curaduría de contenidos – web information advisory – y estrategias de infoatención, profesor universitario (UCV) de historia de la ciencia y la tecnología. Fue colaborador invitado en el Laboratorio de Historia de la Ciencia y la Tecnología del Centro de Estudios de la Ciencia del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) (Abril 2016 a Septiembre 2018). Es investigador principal del Proyecto VES. Además de la historia de la ciencia y la tecnología, está interesado en la cultura y culinaria asiática, el desarrollo sostenible, la prospectiva tecnológica y los futuros personales. Está en Twitter: @Chegoyo.

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