José Álvarez-Cornett
Una reflexión como introducción
¿Por qué los iberoamericanos debemos estudiar y conocer la historia temprana de nuestra ciencia y tecnología? Nos referimos a la ciencia y tecnología hecha en España cuando todos en la región iberoamericana éramos españoles.
Los aportes a la ciencia y la tecnología forman parte de nuestra cultura y por lo tanto deben ser conocidos. La historia de la ciencia y tecnología presentada en los libros que se usan para enseñarla casi nunca los mencionan. Pero, recordemos aquí, que la historia de la ciencia y la tecnología ha sido escrita principalmente por anglosajones, italianos y franceses, cuyas sociedades fueron antagonistas históricas del imperio español.
Por otra parte, aunque los historiadores están constreñidos por las evidencias históricas, las historias sobre el pasado llevan la filosofía de los autores e incluyen su opinión sobre el presente, pasado y futuro. En otras palabras, los productos de las investigaciones históricas se escriben teniendo en mente a alguien (una audiencia) y siempre tienen un propósito. Es decir, los relatos históricos nunca son inocentes y siempre son ideológicos, no solo en lo político sino también en lo epistemológico y están relacionados con la visión de mundo del autor. La historia de la ciencia en la narrativa dominante le niega a España su participación en el advenimiento de la modernidad.
La narrativa dominante de la historia de la ciencia, que se llama la Gran Tradición (en inglés, Big Picture ) considera que la ciencia avanza gracias a los esfuerzos de grandes personalidades y está centrada en las figuras familiares de Nicolás Copérnico (1473-1543), Tycho Brahe (1546-1601), Francis Bacon (1561-1626), Galileo Galilei (1564-1642), Johannes Kepler (1571-1630), William Harvey (1578-1657), Rene Descartes (1596-1650), Robert Boyle (1627-1691), Christiaan Huygens (1629-1695), Isaac Newton (1642-1727) y Gottfried Leibniz (1646-1716), entre otros. La Gran Tradición es una corriente historiográfica que coloca el origen de la modernidad europea y de la ciencia moderna durante el período que algunos historiadores han llamado la Revolución Científica, y le da un papel preponderante a la física, la astronomía y la matematización del estudio de la naturaleza y no considera importantes las áreas en donde Iberia realizó grandes contribuciones: la historia natural (por ejemplo, la botánica), la farmacología, la cartografía, la cosmografía, la navegación, la astronomía requerida para hacer los mapas celestes del hemisferio sur, la antropología y la etnología.
En la América hispana, la historia de la ciencia, por lo general, se enseña siguiendo la narrativa dominante. Pero este marco conceptual es limitado, ya que, no solo impide aproximarse a los hechos de la ciencia y tecnología tales y como ocurrieron, sino que además, para los hispanohablantes, este enfoque tienen el inconveniente adicional de que dificulta la presentación de los aportes que desde Iberia se hicieron a la revolución científica temprana.
A modo de resumen, señalaremos que el aporte más importante de España a la historia de la ciencia en los albores de la llamada Revolución Científica, como bien lo ha explicado el historiador Antonio Barrera Osorio consistió no en aportes teóricos, sino en la creación e institucionalización de prácticas empíricas para el estudio de la naturaleza americana que contrastan con las prácticas escolásticas que para la época operaban en el continente europeo.
En segundo lugar, debemos estudiar y conocer la historia temprana de nuestra ciencia y tecnología porque creemos que conocerla, en parte, ayuda a aliviar la angustia ontológica, la subestimación y duda que, al parecer, tenemos los latinoamericanos.
¿Cuál angustia? El escritor peruano-español Mario Vargas Llosa recuerda que el boom latinoamericano en la literatura de fines de los años cincuenta y principios de los sesenta rompió con el complejo de inferioridad latinoamericano en la prosa narrativa.
Pero lo contrario ocurre en la región en el área de la ciencia y la tecnología donde la sociología de la ciencia ha conceptualizado a la actividad como periférica. Este sentirse periférico afecta, no solo a la ciencia, sino también al ejercicio de la filosofía. Como lo expresa el profesor de filosofía Antonio Tinoco Guerra en el libro Latinoamérica: Filosofía, identidad y cultura (Unica, 1992):
¿Es posible una filosofía latinoamericana? ¿Existe una filosofía latinoamericana? ¿Es auténtica y original la filosofía latinoamericana?
Los alemanes, ingleses o franceses no se hacen este tipo de preguntas. El escritor venezolano Arturo Uslar Pietri, en La angustia criolla, dice:
El alma criolla tiene, como uno de sus rasgos más hermosos y terribles, la angustia de llegar a definir su propio ser. Los criollos más verdaderos y más grandes son los que mejor han expresado ese estado de ánimo. Esa voluntad exacerbada de querer encontrarse y reconocerse…..A veces han parecido saber lo que no quieren ser…..Otros en cambio, han partido de la certidumbre de lo que querían ser…….pero en todos ellos el punto de partida y la ansiedad esencial es la no saber lo que son. Es lo que pudiésemos llamar la angustia ontológica del criollo. El desasosiego constante por llegar a conocer su ser y su elección con el mundo que lo rodea.
Si bien la distinción analítica entre centro y periferia ha sido útil para el análisis sociológico, la carga de sentirse periféricos tiene una influencia negativa. Y sobre todo para los nuevos estudiantes de las carreras en ciencias e ingeniería quienes de entrada perciben que, históricamente, su cultura no ha sido parte de la historia de la ciencia y la tecnología.
Sin embargo, hay un antídoto que no se usa, la historia temprana de nuestra ciencia y tecnología: ¿Quiénes, por ejemplo, les enseñan a nuestros estudiantes que la primera patente, o privilegio de invención como se llamaba en la época, de una máquina de vapor no le corresponde a un inglés llamado Thomas Savery (c. 1650–1715) sino a un inventor español llamado Jerónimo de Ayanz y Beaumont (1553-1613) quien obtuvo la patente en 1606, es decir, noventa y dos años antes que la patente Savery de 1698?
Esta mentalidad de subestimación y duda contrasta con la actitud de poder-hacer (can-do mentality ) que existe en el mundo anglosajón y con la ventaja que ellos tienen de saberse actores principales del desarrollo científico y tecnológico. En nuestra opinión, conocer la historia de nuestra ciencia y tecnología, saber que nuestra cultura ha sido desde el principio partícipe del desarrollo científico y tecnológico, alivia y es un buen antídoto contra esta duda ontólogica latinoamericana y nos prepara mejor para el futuro.
Contexto histórico de los desarrollos de la física en el siglo XVIII español
Antes de presentar los antecedentes históricos, es prudente aclarar que lo que hoy conocemos como física, en el siglo XVIII se llamaba filosofía experimental o natural. La filosofía natural era considerada una rama más de la filosofía e incluía áreas de estudio como la astronomía náutica, la geodesia, la cartografía y la fabricación de instrumentos. Por otra parte, la astronomía, en especial, la astronomía matemática, como la que hacía Nicolás Copérnico (1473-1543), fue por mucho tiempo una rama separada y no formó parte de la filosofía natural hasta que Isaac Newton (1642-1726/7) las unió a las dos, en 1687, con su obra Principia Matemática.
Por ejemplo, en los siglos XVII y XVIII, uno de los retos más importantes de la filosofía natural era encontrar un método confiable para determinar la longitud en alta mar – un problema que como se sabe fue finalmente resuelto por el británico John Harrison (1693-1776) con su cronómetro náutico. Pero también existió un método alterno llamado el método de las distancias lunares en donde el astrónomo español José de Mendoza y Ríos (1761-1816) tuvo una participación importante con la publicación de sus tablas náuticas lo que hizo viable el método de las distancias lunares para determinar la longitud.
También tenemos que recordar que la palabra científico (scientist ) y la palabra derivada ciencia con su significado actual data del siglo XIX. El término scientist fue acuñado en 1833 por el filósofo inglés William Whewell (1794–1866). Anteriormente, al menos desde el siglo XIII, la palabra ciencia (en latin, scientia ) tenía como significado principal a una cualidad interna del individuo, un hábito de la mente o una virtud humana, así era para Tomás Aquinas (1225-1274) y en un lejano segundo lugar significaba conocimiento. Para mediados del siglo XIX, cuando los científicos ya no podían contribuir igualmente a la física y a la química, entonces, la filosofía natural o experimental pasó a llamarse física. Aunque este cambio tardó tiempo en ser aceptado. En 1867, el término filosofía natural aún seguía en uso. Por ejemplo, el tratado sobre física de Lord Kelvin y Peter Guthrie Tait publicado en ese año se llamó Tratado en Filosofía Natural (En inglés: Treatise on Natural Philosophy).
Antecedentes. Siglo XVII: España se cierra al mundo europeo
Después de haber hecho aportes importantes a la historia de la ciencia en el siglo XVI, debido a (i) las luchas por el poder, (ii) para evitar la entrada de las ideas protestantes, y (iii) para impedir –con poco éxito– que los secretos de las Indias se esparcieran por Europa, España se cerró al mundo europeo.
Este aislamiento, si bien no fue total, impidió que las nuevas ideas generadas en la Europa protestante se difundieran en España (algunas ideas llegaron pero estas tuvieron poca difusión, en parte, debido al ambiente de censura impuesto por la Inquisición) y por ello, durante el final del siglo XVI y gran parte del siglo XVII, se produjo el declive general de la ciencia española y una decadencia en los saberes técnicos.
La renovación científica comienza a fines del siglo XVII y continúa con los Borbones
Sin embargo, hacia fines del siglo XVII, con el movimiento de los novatores, la ciencia en España comienza a renovarse. Los expertos coinciden en que el año de 1687 es un año clave en el inicio de la renovación científica de España, ya que en ese año se publica la Carta filosófico-médico-chymica de Juan de Cabriada (1665-1714); y con el doctor Francisco San Juan y Campo surge un movimiento renovador en la Universidad de Zaragoza.
El siglo XVIII se inició para España con un cambio de casas reales. En España hay ahora una nueva gerencia real. La Casa de Austria (Habsburgo, alemana) fue sustituida por la Casa de Borbón (francesa). Los reyes de España en este período fueron: Felipe V (1700-1746), con una interrupción breve en 1724–el rey abdicó en su hijo Luis I pero éste falleció a los ocho meses y Felipe V asumió el trono de nuevo el 5 de septiembre de 1724–, Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Carlos IV (1788-1808). En el periodo de 1724 a 1788, España pasó por una fase de modernización que se llamó el Reformismo borbónico.
Los Borbones derogan la Real Cédula (1559) de Felipe II, que impedía estudiar en el extranjero o contratar profesores foráneos. De esa manera empiezan a enviar becarios al exterior y a organizar un entramado científico, de nuevo cuño, de donde queda inicialmente marginada la universidad, dada la dificultad de introducir reformas en su pesado aparato institucional. En el Setecientos, el mayor impulso que recibió la ciencia en España ocurrió durante los reinados de Carlos III y en menor grado durante Carlos IV.
El desarrollo científico en España durante el siglo XVIII no fue un proceso superficial, protagonizado sólo por una minoría ilustrada sino que, lo que podríamos llamar renovación científica, tuvo hondas raíces en el pasado. Ya durante la segunda mitad del siglo XVII se observan las nuevas tendencias hacia su renovación. El cambio dinástico que se produce en esta época va a favorecer el desarrollo científico, que alcanza su máximo esplendor durante el reinado de Carlos III, ya que el Gobierno, por medio de sus Ministerios, se erigió en el principal protagonista de la implantación de la enseñanza y el cultivo de las ciencias experimentales en España.
España incorpora y adapta las ideas de la nueva filosofía experimental
Durante el siglo XVIII, la actividad científica en las universidades españolas fue casi nula. La universidad española, en su mayor parte en manos del estamento eclesiástico, fue muy reacia en aceptar las ideas de Copérnico y Newton prefiriendo la física aristotélica. Es por esta razón que la adopción de las nuevas ideas en la filosofía experimental en España y la difusión de la ciencia no ocurre en las universidades sino en otras instituciones como las academias militares, observatorios astronómicos de la marina, sociedades patrióticas y las instituciones que éstas crearon.
Para estudiar la física o filosofía experimental en España en el siglo XVIII es menester conocer cómo España incorporó y adaptó las ideas de la nueva filosofía experimental en sus programas de enseñanzas en estas instituciones. En otras palabras, se debe estudiar la transmisión y apropiación de las ideas y conceptos científicos desarrollados en los centros europeos de creación del conocimiento en las ciencias físicas (Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda, y, en menor grado, Italia) durante los siglos XVII y XVIII.
En el siglo XVIII, las teorías newtonianas comenzaron a ser conocidas en España gracias a la difusión que hiciera el ensayista y escritor benedictino Benito Jerónimo Feijóo (1676-1764) en sus Cartas Eruditas (cinco volúmenes publicados entre 1742 y 1760). Aunque Feijoo es el difusor más conocido de las ideas de Newton no fue el primero ni el único en conocer las obras de Newton. El Padre Martín Sarmiento (1695-1792) es el primer español que cita textualmente al Principia de Newton .
Las contribuciones de España a la física del siglo XVIII
Recordamos que la Ilustración en España, como período histórico, abarca desde la llegada al poder de los Borbones en noviembre de 1700 hasta la invasión de España por Napoleón Bonaparte en mayo del 1808.
Los aportes de España a la filosofía natural durante el siglo XVIII son:
(1) Las observaciones astronómicas y físicas realizadas durante la Expedición Geodésica franco-española al Virreinato del Perú (1735-1744) para resolver el problema de la forma de la figura de la Tierra. Esta expedición la podemos catalogar como la primera colaboración científica Internacional.
(2) El descubrimiento de varios metales: el platino por Antonio de Ulloa en el Ecuador (1748); el descubrimiento del tungsteno (1783), también llamado wolframio, por los hermanos José y Fausto Elhuyar en el Real Seminario de Nobles de Vergara, en Vergara (o Bergara), provincia de Guipúzcoa, País Vasco; y del vanadio (1801) por Andrés Manuel del Río en Nueva España (hoy, México).
((3) La expedición político-científica, que duró desde 1789 hasta 1794, de Alejandro Malaspina (1754-1810), planificada y organizada en la metropoli desde el Observatorio de la Marina de Cádiz, cuyos aportes a las ciencias naturales fueron mayores que el aporte hecho a las ciencias físicas. Sin embargo, la importancia de esta expedición para la física radica en que desde Montevideo se observó el tránsito de Mercurio por el Sol. En 1854, el astrónomo francés Urban Le Verrier (1811-1877), usando todos los datos experimentales disponibles sobre el tránsito de Mercurio, incluyendo los datos de la expedición de Malaspina, encontró anomalías en la órbita de este planeta las cuales solo pudieron ser explicadas en el siglo XX por la Teoría de la Relatividad General de Einstein (1915).
(4) Otra expedición importante para la física fue la expedición franco-española de 1769 a San José del Cabo en Baja California para observar el Tránsito de Venus (se refiere a paso del planeta Venus frente al Sol).
(5) Las tablas de astronomía náuticas desarrolladas por el astrónomo y matemático español José de Mendoza y Ríos (1761-1816), miembro de la Sociedad Real de Londres (Royal Society of London), para facilitar los cálculos de la latitud y la longitud en alta mar.
Próximamente daremos una mirada profunda a todos estos aportes y otros que produjo España a la física del siglo XVIII. Espera la segunda parte de esta emocionante historia, valor fundamental de nuestra identidad iberoamericana.
Para saber más:
- PROGRAMA GUÍA: Para entender la Física en España en el siglo XVIII.
- SÁNCHEZ-MARTÍNEZ, A. (2014). La “Atlantización” de la ciencia ibérica: el mundo Atlántico visto desde la historia de la temprana ciencia moderna, Anuario de estudios atlánticos, (60), 29-66.
- BARRERA OSORIO, A.(2006). Experiencing Nature: The Spanish American Empire and the Early Scientific Revolution, University of Texas Press.
- GARCÍA TAPIA, N.(2004). Ingeniería e invención en el Siglo de Oro: El caso de Jerónimo de Ayanz. Fundación Canaria Orotava de Historia de la Ciencia. Los orígenes de la ciencia moderna: Actas años XI y XII : 69-101.
- MESTRE, A. (1996). Los novatores como etapa histórica, Studia historica. Historia moderna, (14),11-14.
- Lafuente, A. y Sellés García, M. (1980). La física de Feijoo: tradición y renovación, El científico español ante su historia: la ciencia en España entre 1750-1850. I Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias”, pp.169-188.
- Puerto, J.S.(1997). El padre Sarmiento y la introducción de Newton en España. Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, 20(39),697-734.
José Álvarez-Cornett es Licenciado en Física (Universidad Central de Venezuela (UCV), 1981) con posgrados en Geociencias (Universidad de California, Berkeley) y Negocios (MBA, University of Southern California, 2000). Es geofísico petrolero, especializado en planificación estratégica y negocios Asia-Pacífico, estudió mandarín y cultura china en el Beijing Language and Cultural University (1992-1995). Ensayista, especialista en curaduría de contenidos – web information advisory – y estrategias de infoatención, profesor universitario (UCV) de historia de la ciencia y la tecnología, colaborador invitado en el Laboratorio de Historia de la Ciencia y la Tecnología del Centro de Estudios de la Ciencia del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) e investigador principal del Proyecto VES. Además de la historia de la ciencia y la tecnología, está interesado en la cultura y culinaria asiática, el desarrollo sostenible, la prospectiva tecnológica y los futuros personales. Está en Twitter: @Chegoyo
Muchas gracias por esta entrada, de verdad muy interesante e importante para enseñar en nuestros países cómo debemos seguir haciendo ciencia, como históricamente se ha hecho. Yo trabajo en la UNAM, en temas de innovación y tecnología, y creo que entre todos debemos cambiar nuestro mindset para atrevernos a innovar y patentar, porque es la forma de salir del subdesarrollo, y qué mejor inducción cultural que la historia de la ciencia en nuestra región.
Le dejo este artículo que creo le puede interesar sobre la circunnavegación de la Tierra y el origen de la Revolución Científica: http://nodulo.org/ec/2010/n095p01.htm
Muy buen artículo! Gracias!
Muy interesante artículo. Sobre desarrollos e innovaciones en la hispanoamérica colonial este libro es de interés: «Silver by Fire, Silver by Mercury: A Chemical History of Silver Refining in New Spain and Mexico, 16th to 19th Centuries» https://brill.com/abstract/title/34677 por Saul Guerrero, profesor visitante de la Universidad Metropolitana, Caracas Venezuela, con Ph.D. en Ciencia de los Polímeros de la Universidad de Bristol (1980) y Ph.D. en Historia de la Universidad de McGill (2015). El autor combina la investigación histórica con la Geología y la Química para relatar y explicar los procesos de refinado de la plata en Nueva España y México durante los siglos XVI al XIX, fundamentado en datos históricos cuantitativos, registros visuales y principios geoquímicos.
Apreciado Rector Scharifker:
Muchas gracias por su comentario y por la referencia al libro, «Silver by Fire, Silver by Mercury». Una característica interesante de la ciencia en la España del siglo XVIII es que los hechos más importantes ocurrieron en la América hispana y no en la metrópoli.
En relación a la minería y la metalurgia en Nueva España, esta ha sido estudiada desde los tiempos (años 50) del químico catalán Modesto Bargalló (1894-1981) devenido en México en historiador de la ciencia.
La idea de que era posible extraer plata sin fundición la llevó a Nueva España el sevillano Bartolomé de Medina (1497-1585) después de habérselo escuchado a un alemán, en España. En 1553, en Nueva España, él se dedicó a encontrar la forma de hacerlo y, en 1555, descubrió lo que hoy conocemos como el ‘Beneficio de patio’. Pero creo que hay que tener en cuenta que junto con el caso de Bartolomé de Medina está el de un alemán en Nueva España llamado Gaspar Loman quien tiene una merced (licencia) del virrey Don Antonio de Mendoza de 1550. Por cierto, hay una biografía de Bartolomé de Medina que no he podido leer (Bartolomé de Medina y el siglo XVI, Manuel Castillo Martos, Editorial Universidad de Cantabria, 2006).
No soy experto en el tema de la metalurgia colonial en Nueva España pero he leído algunos trabajos de Bargalló, Elías Trabulse y del geógrafo Robert Cooper West. Será muy interesante leer lo que tiene que decir el prof. Saúl Guerrero respecto al tema de la metalurgia en Nueva España. Lamentablemente, su libro, el que Ud. refiere, está bajo ‘pay wall’ y no se puede leer. Sin embargo, logré bajar un artículo de Guerrero que debe contener las ideas principales en el libro. Me refiero a Guerrero, Saúl. «The history of silver refining in New Spain, 16c to 18c: back to the basics.» History and Technology 32, no. 1 (2016): 2-32. En lo que tenga oportunidad le daré una leída.
El prof. Saul Guerrero debe ser el primer científico venezolano con un doctorado en Historia. Personas como él hacen mucha falta en el país ya que hay muchos temas de la ciencia venezolana que requieren de un tratamiento histórico por parte de personas que tengan dominio de la física y química y de las herramientas teóricas y conceptuales que ofrece la ciencia de la historia. No hay que olvidar que la historia de la ciencia es muy importante en la enseñanza de la misma ciencia y como una vía adicional a la comunicación pública de la ciencia. De nuevo, gracias por su comentario.
Saludos,
JAC
Un estudio de como España en el periodo Borbón «incorporó y adaptó las ideas de la nueva filosofía experimental en sus programas de enseñanzas en estas instituciones. En otras palabras, se debe estudiar la transmisión y apropiación de las ideas y conceptos científicos desarrollados en los centros europeos «, Vid trabajo de Rafael Balza publicado en Bitácora-e : La física moderna en la sociedad caraqueña de finales del siglo XVIII. Entre la matemática y la técnica http://www.saber.ula.ve/handle/123456789/43741
Hola profesora Freites, muchísimas gracias por su referencia, excelente contribución a la discusión.
Apreciada Dra. Freites
Agradecido por su comentario. Efectivamente, es muy importante estudiar cómo se realizó en la América hispana la transmisión y apropiación de las ideas y conceptos científicos desarrollados en los centros europeos. El trabajo de Rafael Balza sobre el caso venezolano de la física en la Caracas colonial es un gran aporte en ese sentido. Saludos, JAC.