Muchas personas continúan pensando que el SARS-CoV-2 fue creado y liberado por humanos para dominar al mundo, a pesar de las aplastantes evidencias científicas que indican que, obviamente, es un producto de la naturaleza. Uno se pregunta ¿Por qué son tan populares las teorías conspirativas de este tipo?
Por Félix Moronta
Ante una catástrofe global como la pandemia de la COVID-19, es natural que las personas asustadas y ansiosas traten de atribuir una culpa en su búsqueda de entender por qué. Los problemas surgen cuando se culpa y demoniza al villano equivocado.
Una teoría conspirativa se refiere a las teorías alternativas a las oficiales que explican un acontecimiento como consecuencia de la acción secreta de grupos poderosos.
Algunas teorías conspirativas son, por ejemplo, que la NASA nos engaña y la Tierra es realmente plana o que no hubo alunizajes, que nos enferman a propósito para vendernos medicinas y vacunas, que estamos gobernados por los Illuminati, que el ataque terrorista del 11 de septiembre fue todo un montaje, que el cambio climático no es real, que los OGM nos enferman, que el virus que causa el sida no existe, que Elvis vive, etc, etc, etc.
Y la más reciente: el virus SARS-CoV-2 fue creado y liberado.
Según los autores de una investigación sobre la psicología de las teorías conspirativas (enlace al final de este post), muchas personas se sienten atraídas por las teorías de conspiración cuando, en comparación con las explicaciones oficiales, éstas prometen satisfacer principalmente tres motivos psicológicos:
- Motivos cognitivos. Por ejemplo, el deseo de comprensión, precisión y certeza.
- Motivos existenciales. Por ejemplo, el deseo de control y seguridad.
- Motivos sociales. Por ejemplo, el deseo de mantener una imagen positiva de uno mismo o de un grupo al que pertenece.
1. Motivos cognitivos
Encontrar explicaciones para cualquier evento es una parte central de la construcción de una comprensión estable, precisa y consistente del mundo. Y no siempre las explicaciones oficiales logran reducir la incertidumbre y el desconcierto ante un magno evento.
Las explicaciones de las teorías conspirativas, sin embargo, son especulativas porque plantean acciones que están ocultas al público. El escrutinio a la que pudieran ser sometidas es complejo porque postulan la coordinación de múltiples actores; son enrevesadas.
Además, son resistentes a la falsificación porque los conspiradores usarían el sigilo y la desinformación para encubrir sus acciones. Esto implica que las personas que intentan desacreditar las teorías de conspiración pueden, ellos mismos, ser parte de la conspiración («los científicos trabajan para la far-mafia», «Monsanto les paga»)
Las teorías conspirativas parecen proporcionar explicaciones amplias y consistentes que permiten a las personas preservar creencias frente a la incertidumbre y la contradicción. Además, la creencia en este tipo de explicaciones enrevesadas es más fuerte entre personas que habitualmente buscan significado y patrones en el entorno, por ejemplo los creyentes de los fenómenos paranormales.
La creencia en conspiraciones es más fuerte cuando las personas experimentan angustia como resultado de sentirse inseguras. Es primera vez, en generaciones recientes, que nos enfrentamos a una pandemia y que luchamos contra un enemigo desconocido e invisible. Todos sentimos mucha angustia e inseguridad. Es un caldo de cultivo para las teorías conspirativas sobre el origen del coronavirus.
Los inconvenientes de creer en las teorías conspirativas no parecen ser evidentes para las personas con poca capacidad o poca motivación para pensar de manera crítica y racional. De hecho, la creencia en conspiraciones suele estar correlacionada con niveles más bajos de pensamiento analítico y niveles más bajos de educación.
2. Motivos existenciales
Las conspiraciones satisfacen la necesidad de algunas personas de sentirse seguras en su entorno. También de que sientan que pueden ejercer control sobre el medio ambiente como individuos autónomos y como parte de un grupo.
Las teorías conspirativas pueden hacer que las personas se sientan más seguras porque piensan que detectan a los tramposos, es decir, los individuos peligrosos y no confiables son reconocidos («China creó y liberó al coronavirus», «el virus es un producto de la CIA») y la amenaza que representan es reducida o neutralizada.
Es probable que las personas recurran a las teorías conspirativas cuando se sientan ansiosas e impotentes. Por otra parte, la creencia en conspiraciones está fuertemente relacionada con la falta de control sociopolítico o falta de empoderamiento psicológico.
Una de las consecuencias de creer en ellas es que las personas serán menos inclinadas a tomar acciones que, a la larga, podrían potenciar su autonomía y control. Específicamente, son menos proclives a comprometerse con sus organizaciones y participar en procesos políticos convencionales como las elecciones.
3. Motivos sociales
La creencia en conspiraciones puede ofrecer una importante fuente de pertenencia y realidad compartida. El deseo de pertenecer y mantener una actitud positiva, la imagen del yo y del grupo, también explica esta creencia. Por lo tanto, pueden ayudar a mantener la imagen de uno mismo y del grupo como competente y moral pero saboteado por otros poderosos y sin escrúpulos («el coronavirus fue creado y liberado para dañar nuestra economía»).
Si este es el caso, podemos esperar que las teorías conspirativas sean particularmente atractivas para las personas que encuentran en ellas una imagen positiva de sí mismo o del grupo que es amenazado. Esto es, narcisismo individual y/o colectivo.
De hecho, muchas veces las teorías conspirativas son consideradas como ciertas a la defensiva, para aliviar a uno mismo o a un grupo de un sentido de culpabilidad por su posición desfavorecida. Grupos que sienten que ellos han sido víctimas, tienen más probabilidades de respaldar las teorías conspirativas sobre grupos externos poderosos. Las personas se sienten claramente atraídas por las conspiraciones cuando sus motivaciones sociales se frustran («el coronavirus es producto de una guerra biológica para dañar la imagen de China»).
Una característica de las teorías conspirativas es su representación negativa y desconfiada de otras personas y grupos («en China no confìo, por eso pienso que ellos crearon al virus»). Por lo tanto, es plausible que ellas no sean sólo un síntoma sino también una causa de los sentimientos de alienación y anomia en la sociedad.
De hecho, existe evidencia de que la exposición a las teorías conspirativas disminuye la confianza en las instituciones gubernamentales («la OMS está vendida»), incluso si las teorías de la conspiración no están relacionadas con esas instituciones. Lamentablemente también erosionan la confianza en los científicos («los científicos están vendidos a los grandes poderes económicos»).
Conclusión
Las teorías conspirativas son creencias contraproducentes para la sociedad. Son especulativas, presentan al público como ignorante, inculto y sujeto a la misericordia de poderes inexplicables. Son desestabilizadoras y alienantes. Son una forma autodestructiva de cognición social. Debido a que erosionan la confianza en los científicos y a las instituciones, las teorías conspirativas sobre el nuevo coronavirus son particularmente dañinas y limitan el impacto de las medidas de mitigación de la pandemia.
Fuente:
Karen M. Douglas, Robbie M. Sutton, and Aleksandra Cichocka (2017) The Psychology of Conspiracy Theories. Current Directions in Psychological Science. https://doi.org/10.1177/0963721417718261
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