LA FÍSICA EN EL SIGLO XVIII ESPAÑOL. CÓMO LAS IDEAS DE NEWTON SE DISEMINARON POR EUROPA ANTES DE LLEGAR A ESPAÑA

por | Dic 12, 2019 | CIENCIA, TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD, HISTORIA DE LA CIENCIA | 1 Comentario

José Álvarez-Cornett

Ilustración de Ada Peña.

 

INTRODUCCIÓN

Estamos de vuelta con la serie LA FÍSICA EN EL SIGLO XVIII ESPAÑOL. Iniciamos la serie con cuatro artículos (I, II, III y IV) en donde presentamos a los novatores (los miembros de un movimiento de renovación científica en la España de esa época) y a sus precursores. Finalizamos el cuarto artículo con los elogios de Isaac Newton a unos de estos precursores llamado Antonio Hugo de Omerique. 

En el siglo XVIII, España realizó varios aportes a la filosofía experimental: (i) participó en la solución del problema de la forma de la Tierra en una expedición científica al Virreinato del Perú; (ii) realizó observaciones de los tránsitos de Venus y Mercurio por el Sol; (iii) un español  José de Mendoza y Ríos creó unas tablas de astronomía náuticas que fueron de gran importancia en esa época; y (iv) varios españoles descubrieron nuevos metales. 

Ahora bien, la mayoría de estos aportes ocurrieron no en la metrópoli sino en el continente americano. Por lo tanto, una visión de la física española durante este siglo que tan solo incluya a los desarrollos científicos peninsulares sería no solo incompleta sino que, además, realmente no se podría hacer ya que, como hemos dicho, una gran parte de estas contribuciones de España a la filosofía experimental (es decir, a la física) ocurrieron en Hispanoamérica.

En el siglo XVIII ya se sabía que nuestro planeta tenía  forma esférica. Sin embargo, la Tierra no es un objeto esférico perfecto tal y como lo define la geometría. Hoy sabemos que la Tierra está achatada en los polos y abultada en el ecuador. Descubrir la figura exacta de la Tierra fue una validación experimental de la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton. Por ello, antes de entrar en los detalles relacionados con la forma de la Tierra deberemos primero tratar cómo fue que ocurrió la difusión de las ideas de Newton por Europa.

La propuesta, entonces, es como sigue: continuaremos la serie LA FÍSICA EN EL SIGLO XVIII ESPAÑOL con tres artículos relacionados con la difusión de las ideas de Newton por Europa, en especial por España, y trataremos el tema de la participación del Imperio español en la solución del problema de la forma de la Tierra. Más adelante, en otra sección, hablaré sobre la observación del tránsito de Venus y Mercurio por el Sol y sobre el hallazgo de nuevos elementos químicos en Hispanoamérica.

Figura 0

Newton, un grabado único (monotipo) por el poeta y artista William Blake (1757 – 1827) realizado en 1795 y retrabajado en 1805.

 

 

Nature and Nature’s laws lay hid in night: God said, «Let Newton be!» and all was light.

Alexander Pope 

La naturaleza y sus leyes yacían escondidas en la oscuridad: dijo Dios ¡que Newton sea! y todo se iluminó.

La difusión de las ideas de Newton en Europa

Quizás pienses que en la ciencia lo único que importa es formular nuevas teorías o hipótesis y hacer nuevos descubrimientos científicos. Sin embargo, lo cierto es que una parte muy importante de la actividad científica consiste en investigar para validar las teorías existentes. Para que podamos apreciar mejor la importancia de este aporte de España a la filosofía experimental durante el siglo XVIII es conveniente hacer algunas precisiones sobre la ciencia y las teorías que se conocían sobre el universo para 1700.

El conocimiento científico avanza, principalmente, mediante la ejecución de dos tareas complementarias. Por un lado, se proponen hipótesis o teorías sobre la forma o el comportamiento de aspectos relacionados con el universo o la naturaleza y de estas teorías se extraen conclusiones, llamémoslas ‘prácticas’, las cuales se tratan de validar haciendo experimentos científicos. 

Otras veces ocurre al revés, los científicos obtienen en los laboratorios resultados experimentales, y con frecuencia  inesperados o de forma accidental, que no pueden ser explicados mediante las teorías existentes y, entonces, la búsqueda o la carrera — porque la ciencia es también una competencia — es por ser el primero en hallar una explicación teórica a los resultados experimentales encontrados. En algunos casos, no obstante, no siempre se hacen experimentos en un laboratorio sino que el mismo universo (por ejemplo, el estudio de las trayectorias de los cometas o  el estudio de las mareas) sirve como laboratorio y lo que los científicos entonces lo que hacen es ir a mirar y medir.

Después de  comparar las predicciones de las teorías con los resultados de los experimentos realizados en los laboratorios o las observaciones hechas en la naturaleza como laboratorio, algunas de las teorías propuestas terminan comprobándose erradas, es decir, que no se corresponden con la realidad física y, por lo tanto, se desechan; mientras que otras teorías resultan válidas dentro de ciertos rangos o bajo ciertas condiciones.

Por ejemplo, hoy en día  sabemos que la teoría sobre el universo propuesta por Albert Einstein, en 1915, llamada la teoría de la relatividad general, es una mejor teoría que los postulados sobre el universo incluidos en la ley de la gravitación universal que Isaac Newton presentó al mundo en 1687 en su tratado Philosophiae Naturalis Principia Mathematica (Principios matemáticos de la filosofía natural). Esto es porque la teoría de Einstein explica mejor todas las cosas que la teoría de Newton explica pero, además, ella predice otros fenómenos  (como la existencia de huecos negros) que la teoría de Newton no es capaz de predecir. Las leyes de Newton continúan siendo válidas bajo ciertas condiciones restringidas, pero la teoría de Einstein de la relatividad general se considera ahora una mejor teoría porque tiene un mayor poder explicatorio.

Figura 1

Derecha: portada del libro Principia Mathematica de Newton. Izquierda: portada del libro Principia Philosophiae de Descartes.

 

Cartesianismo versus Newtonismo

En la ciencia es muy importante comprobar los rangos de validez de las teorías y esta actividad no constituye una labor secundaria o de menor prestigio. Hoy, sabemos que la teoría de Albert Einstein es la mejor teoría que tenemos sobre la gravitación pero, a principios del siglo XVIII, solamente  había dos teorías del universo compitiendo entre sí: (1) La teoría de los vórtices de René Descartes (1596-1650) expuesta en su libro Principia Philosophiae de 1644; esta teoría postulaba la existencia de un éter fluido material giratorio (vórtices) que llenaba el cosmos y el cual era responsable del movimiento de los planetas, y (2) La teoría de la gravitación de Isaac Newton. Los científicos de la época estudiaban e investigaban para decidir cuál de estas dos teorías era la correcta, es decir, la que mejor explicaba la realidad.  

Figura 2

Los vórtices de Descartes. Fuente: Principia Philosophiae  de Descartes (1644).

 

Ahora bien, como estas dos teorías predecían formas diferentes para el planeta Tierra, entonces, nuestro propio planeta ofrecía un laboratorio natural para dilucidar o decidir cuál teoría era la mejor, es decir, la teoría que predecía la forma correcta. En Europa, a principios del siglo XVIII, ambas teorías se enseñaban en las universidades. En ese entonces había defensores de la teoría mecánica del filósofo francés René Descartes, quienes eran llamados cartesianos (el nombre de Descartes en latín era Renatus Cartesius y de allí deriva la etiqueta de cartesiano para quienes apoyaban sus tesis) y los defensores de la teoría de la gravitación universal de Isaac Newton, llamados newtonistas o newtonianos. Debemos recordar que aunque Descartes era ciertamente francés, la mayor parte de su trabajo lo realizó en la República de los Siete Países Bajos Unidos (en lo que hoy llamamos los Países Bajos) entre 1628 y 1648.

En una universidad europea importante como la Universidad de Leiden, en los Países Bajos, mientras que Johannes de Raey enseñaba las teorías de Descartes, otros profesores como Willem Jacob ‘s Gravesande enseñaba las teorías de Newton. En Inglaterra, por supuesto, también había newtonistas como Roger Cotes y Samuel Clarke. Por otra parte, en el continente europeo había varios científicos quienes, aunque estaban en desacuerdo con varios de los aspectos filosóficos de las ideas de Descartes, suscribían la teoría de los vórtices, entre ellos, en los Países Bajos, Christiaan Huygens, en lo que hoy llamamos Alemania, Gottfried Wilhelm Leibniz, en Suiza, Johann Bernoulli y en Francia, Jacques Rohault, Nicolás Malebranche y Jacques Cassini.

En Francia no todos apoyaban las ideas de Descartes. En París había un debate intenso entre los cartesianos y un grupo muy influyente de newtonistas, entre ellos, algunos extranjeros como Leonhard  Euler, Daniel Bernoulli y Ander Celsius quienes eran miembros del Academia de Ciencias de París y otros franceses como Pierre Louis Moreau de Maupertuis, Alexis Claude Clairaut, Charles Marie de La Condamine y Voltaire. 

Figura 3

Elementos de la filosofía de Newton por Voltaire (1738).

El historiador y filósofo Voltaire fue un gran divulgador de Newton en Francia. Voltaire se enteró de las teorías de Newton durante su estadía en Inglaterra (1726-1729) y, en 1736, las profundizó en Leiden bajo la guía del profesor ‘s Gravesande durante un viaje que hizo a los Países Bajos para tratarse un problema de salud con el médico holandés y rector de la Universidad de Leiden, Herman Boerhaave. Voltaire publicó sobre las teorías de Newton en dos de sus obras: Lettres philosophiques sur les Anglais (1734), la cual fue escrita en 1728 y publicada primero en 1733, en inglés y Éléments de la philosophie de Newton (1738). La popular idea de que Newton obtuvo inspiración para formular la ley de gravedad al observar una manzana caer de un árbol proviene de este último texto de Voltaire (según parece, Clara Barton, sobrina de Newton, se lo contó a Voltaire).

Figura 4.

Portada de Physices elementa mathematica, Volumen I, por Willem Jacob ‘s Gravesande (1748).

 

Por otro lado,  su maestro ‘s Gravesande había quedado influenciado por la ciencia inglesa durante un viaje de un año que hizo a Inglaterra, en 1715, como secretario de una delegación diplomática neerlandesa que fue a felicitar al rey Jorge I de Gran Bretaña por su ascenso al trono. En Londres ‘s Gravesande asistió a las reuniones de la Royal Society, fue electo miembro (Fellow) de esta sociedad y conoció a Newton. En Leiden, la obra en latín de ‘s Gravesande Physices elementa mathematica, experimentis confirmata que lleva como subtítulo Introductio ad philosophiam Newtonianam (publicada en dos volúmenes, 1720–1721)  llegó a ser el texto de mayor influencia en la física en los Países Bajos y en otros países europeos incluyendo, tardíamente, a España. En 1723, ‘s Gravesande publicó una versión resumida de estos dos tomos para el uso de los estudiantes llamada Philosophiae Newtonianae institutiones (Lecciones de filosofía newtoniana).

Figura 5.

Retrato de Madame Émilie de Châtelet realizado por Maurice Quentin de La Tour.

La historia sobre cómo se difundieron las ideas de Newton en el continente europeo es muy compleja. Haciendo un apretado resumen podemos decir que, por una parte, las ideas de Newton entraron vía la Universidad de Leiden por medio de las conferencias y clases de sus profesores Burchard de Volder, Willem Jacob ‘s Gravesande y, entre otros, Pieter van Musschenbroek. También ayudó mucho a la popularización de las ideas de Newton en los Países Bajos las múltiples visitas que a ese país realizó el filósofo británico de origen francés John Theophilus Desaguliers, quien dictó muchas conferencias sobre la filosofía newtoniana. Desagulier, además de ser autor de un famoso tratado de filosofía experimental — A Course of Experimental Philosophy — , tradujo al inglés la obra de ‘s Gravesande.

Otros aportes a la diseminación de las ideas de Newton fueron: la traducción al francés, en 1722, del tratado de Newton sobre óptica (Optique), por Pierre Coste; la publicación en francés de los escritos de Voltaire ya mencionados; el regreso de Inglaterra de algunos científicos franceses que viajaron a Londres para observar el eclipse solar en 1715 (entre ellos,  Jacques-Eugène d’Allonville, Claude-Joseph Geoffroy y Pierre Remond de Monmor) y la obra de una mujer ilustrada, la filósofa natural francesa Gabrielle Émilie Le Tonnelier de Breteuil, Marquesa de Châtelet, quien tradujo al francés del Principia de Newton acompañada de un texto introductorio de su propia mano (titulado Exposition abrégée du Système du Monde et explication des principaux phénomènes astronomiques tirée des Principes de M. Newton). Esta traducción tuvo un gran impacto en la diseminación de las propuestas de Newton. Voltaire, en el prólogo del libro, sugiere su importancia: «Hemos visto dos prodigios: el que Newton hizo con su obra; el otro, que una dama que lo ha traducido y aclarado». 

En Italia, el popularizador de las ideas de Newton fue el polímata veneciano Francesco Algarotti, miembro de la Royal Society, con su libro Il Newtonianismo per le dame (1737). Según Thomas Hankins, en su libro Ciencia y la Ilustración (Science and the Enlightenment, 1985), para el año 1784 la literatura popular o de divulgación sobre las ideas de Newton consistía en cuarenta libros en inglés, diecisiete en francés, tres en alemán, once en latín, uno en portugués y otro en italiano.

Como nota curiosa tenemos el aspecto comercial  de la divulgación de las ideas científicas ante públicos ilustrados en el siglo XVIII. ¡Divulgar la ciencia también era un buen negocio! Tomemos, por ejemplo, el caso de los viajes de Desaguliers para popularizar las ideas de Newton en los Países Bajos realizados entre agosto de 1731 y febrero de 1732. 

Los historiadores de la ciencia Eric Jorink y Huib Zuidervaart han estimado que cerca de 1 000 personas asistieron a las conferencias de Desaguliers quien cobraba tres guineas de oro por una serie de quince lecciones. Es decir, en ese tiempo, Desagulier devengó un estimado de 3 000 guineas de oro lo cual para la época era una gran suma de dinero (el valor presente aproximado de 3 000 guineas está entre 772 mil y 878 mil dólares; ver nota explicativa al final).

Este fue nuestro breve resumen sobre la difusión inicial de las ideas de Newton en Europa. En nuestro siguiente artículo veremos cómo fue que las ideas de Newton llegaron y fueron recibidas en España y conoceremos sobre la participación de los padres benedictinos Martín Sarmiento y Benito Jerónimo Feijoo.

¡Hasta la próxima! 

 

Nota

¿Cuál es el valor actual de 3 000 guineas de oro?

Podemos estimar el valor actual de dos maneras. (1) Una forma es calculando el valor intrínseco de la moneda. Una guinea de oro tenía 22 quilates y pesaba 8,3 gramos por lo que la cantidad de oro en la moneda es de 7,3 gramos; el precio actual de un gramo de oro al momento de hacer este cálculo es de 38,49 dólares, por tanto, el valor actual intrínseco de una guinea es de 292,83 dólares, y, en consecuencia, 3 000 guineas equivalen hoy a
878.490 dólares (2) La segunda forma es utilizar el hecho de que en ese entonces una guinea de oro era igual a 21 chelines (shillings), o sea, 1,05 libras esterlinas, por tanto, 3 000 guineas eran equivalentes a 3 150 libras esterlinas en 1732; y de acuerdo este portal de valor histórico de las monedas, un estimado de su valor actual es 771,811 dólares.

Para saber más:

  1. Una visión general sobre la física en la Europa del Setecientos se puede leer en dos trabajos de Víctor Guijarro Mora:  «La enseñanza de la física experimental en la Europa del siglo XVIII» Endoxa 1.14 (2008): 111-136 y «Petrus Van Musschenbroek y la física experimental del siglo XVIII» Asclepio 53.2 (2001): 191-212.
  2. Sobre la traducción al francés del Principia por Madame de Châtelet, ver el artículo de Claudine Hermann (2007): La traduction et les commentaires des Principia de Newton par Émilie du Châtelet.
  3. Para los detalles sobre la difusión de las ideas de Newton en Francia se puede consultar a Hall, A. Rupert. (1975). Newton in France: a new view. History of science 13.4: 233-250.
  4. Para los aportes de Desaguliers a la divulgación y enseñanza de la ciencia newtoniana, ver: Carpenter, Audrey T. (2011) John Theophilus Desaguliers: A Natural Philosopher, Engineer and Freemason in Newtonian England. Bloomsbury Publishing. También se puede consultar su texto A Course of Experimental Philosophy (edición de 1745) , Volumen I  (1745) y Volumen II (1744).
  5. Para una aproximación a Pieter van Musschenbroek, ver: Ducheyne, S. (2016). Petrus Van Musschenbroek (1692-1761) en el ámbito de la physica y su lugar en la filosofía.
    Asclepio 68.1 :123. El libro de Thomas Hankins tiene traducción al castellano: Ciencia e ilustración,  Siglo XXI de España Editores, S.A., 1988.

 

 

José Álvarez-Cornett es Licenciado en Física (Universidad Central de Venezuela (UCV), 1981) con posgrados en Geociencias (Universidad de California, Berkeley) y Negocios (MBA, University of Southern California, 2000). Es geofísico petrolero, especializado en planificación estratégica y negocios Asia-Pacífico, estudió mandarín y cultura china en el Beijing Language and Cultural University (1992-1995). Ensayista, especialista en curaduría de contenidos – web information advisory – y estrategias de infoatención, profesor universitario (UCV) de historia de la ciencia y la tecnología. Fue colaborador invitado en el Laboratorio de Historia de la Ciencia y la Tecnología del Centro de Estudios de la Ciencia del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) (Abril 2016 a Septiembre 2018). Es investigador principal del Proyecto VES. Además de la historia de la ciencia y la tecnología, está interesado en la cultura y culinaria asiática, el desarrollo sostenible, la prospectiva tecnológica y los futuros personales. Está en Twitter: @Chegoyo

 

AGRADECIMIENTOS

La Fundación Persea agradece la infinita generosidad de sus patrocinadores: Carlos Ortega Sr., Sobella Mejías, Solmar Valera, Jiří Svozilík,  Héctor Pittman Villarreal,  My fit body project y Vicente Di Clemente.

1 Comentario

  1. bernardo martinez

    A pesar de la religión De Newton la ciecnia inglesa tuvo un mayor desarrollo por la liberta religiosa de la eṕoca y además de los diversos cienctíficos que destacaron a lo largo del siglo en este que podría llamarse el siglo de la razón.

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